jueves, 30 de agosto de 2012

IMPACTA Y EXSASPERA LA FALTA DE REACCIÓN DE LOS DESCONTENTOS

 
 

El fenó­meno de la inde­fen­sión apren­dida es un estado de inac­ti­vi­dad o de indi­fe­ren­cia uti­li­zado para expli­car muchos fenó­me­nos psi­co­ló­gi­cos, com­por­ta­mien­tos socia­les y cier­tos meca­nis­mos de influencias.

La espe­cia­lista en con­ducta humana Geral­dine Emi­li­ani sub­raya que la inde­fen­sión apren­dida sig­ni­fica que el sujeto expuesto a estí­mu­los aver­si­vos no intenta esca­par ni evi­tar­los, aun­que ten­gan la opor­tu­ni­dad de hacerlo; y, en base a expe­rien­cias pre­vias, aprende que, haga lo que haga, no encuen­tra la manera de dete­ner lo que le está sucediendo.

Es enton­ces que no hay más que hacer, debe­mos car­gar con nues­tras frus­tra­cio­nes y temo­res; por­que para­fra­seando un cono­cido dicho: donde manda “Ella” no existe nada más.
Enton­ces gober­na­do­res, minis­tros, empre­sa­rios y pue­blo se man­ten­drán subor­di­na­dos como borre­gos a la “empe­ra­triz” entre­gando sus libertades.

De forma que sen­ti­mos que nada de lo que hemos de hacer o pro­tes­tar pro­du­cirá un efecto en el ambiente polí­tico y en la socie­dad, ter­mi­na­mos con­si­de­rando nues­tros tra­ba­jos como irre­le­van­tes, por lo que ya ni ganas de leer el dia­rio de la mañana cual “ora­ción mati­nal” (Kant), o de sen­tar­nos ante el teclado a des­gra­nar nues­tras penas y amarguras.

Desde el rena­ci­miento de la demo­cra­cia en 1983, no se había mani­fes­tado con tanto dra­ma­tismo este fenó­meno de nues­tra inde­fen­sión, y lo pode­mos obser­var en el entorno opre­sivo en que vivi­mos, en una pobla­ción empo­bre­cida en con­traste con el derro­che y des­pil­fa­rro eco­nó­mico que mues­tran nues­tros gober­nan­tes con­jun­ta­mente con capi­ta­lis­tas, empre­sa­rios y ban­que­ros ami­gos del poder de turno que los ha beneficiado.

Como tam­bién algu­nos medios de infor­ma­ción abun­dan­te­mente sub­si­dia­dos para la desinformación.

No hay dudas, no hay actos de levan­ta­miento y resistencia.

Son los muy pocos y los de siem­pre que se atre­ven, los que resis­ten con la pala­bra y el teclado, con “la pluma y la pala­bra” según la céle­bre frase.

Los otros no se arries­gan a hacerse sen­tir, están nar­co­ti­za­dos por­que en sus men­tes está el: “¿Para qué reve­larme ante mis opre­so­res, el poder lo tie­nen ellos? Tengo otras preo­cu­pa­cio­nes por resol­ver en el aquí y en el ahora”: “¿Habrá fut­bol este fin de semana?”, “Se viene el “finde” largo, ¿adónde vamos?” y cosas así de importantes.

A lo sumo algu­nas que­jas en las redes socia­les, emi­tiendo opi­nio­nes, comen­ta­rios, para des­car­gar la bronca.

Una de las cla­ves podría estar en aque­lla céle­bre frase de Edmund Burke: ‘La única cosa nece­sa­ria para el triunfo del mal es que las per­so­nas bue­nas no hagan nada’.
Impacta y exas­pera la falta de reac­ción de los descontentos.

Somos una socie­dad esponja, absor­be­mos todo: la inse­gu­ri­dad, la situa­ción eco­nó­mica y falta de opor­tu­ni­da­des por un buen empleo con un sala­rio digno, y un defi­ciente sis­tema educativo.

Total a lo mejor nos aguar­den la espe­ranza de mejo­res días y que todo cam­biará con el tiempo, por­que la mal­dad del régi­men ha de tener un límite.

O… .habrá que espe­rar que la natu­ra­leza haga su tra­bajo… .aun­que sería espe­rar mucho.
Salvo algu­nas orga­ni­za­cio­nes de la socie­dad civil, donde no esté pre­sente la figura polí­tica opor­tu­nista, son los que man­tie­nen su gue­rra sin cuartel.

Autor: Jorge Omar Alonso

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