domingo, 16 de septiembre de 2012

YA NO CUENTAS NI CON TU CUEVA PARA ESCONDERTE, KRIS.






¿Dónde esconderte en tu propio país?

La perspectiva de una movilización que pintaba importante te llevó a girar tu cabeza hacia los cuatro puntos cardinales del país para ver algún sitio propicio para esconderte. Antes era más fácil.
 
Cuando las papas quemaban, con “él” te escapabas a tu protegido Sur. No por el supuesto “amor” de su gente por ti, sino por los km que lo separan  del núcleo más poblado de argentinos. Siempre necesitaste cuidarte de los argentinos. Por la sencilla razón que nunca los sentiste como connacionales.
 
 Tú no sientes pertenencia por ningún lugar. Por ello manejas al país como  a un territorio enemigo. Y el territorio te es recíproco. No sembraste amor ni liderazgo en NINGÚN lugar de país pues  todos los sectores supieron de tus garras insaciables de poder y riqueza. Sólo sembraste temor entre aquellos que temen perder sus empleos o perder las míseras migajas que le arrojas a los menesterosos.
 
 Sólo el lumpen del país te responde y te responderá. Necesitan tus “Planes descansar”, aquellos que no tienen dignidad ni se esfuerzan por adquirirla. Los parásitos son tus mayores aplaudidores y defensores. Pero no por ello te aman. Sólo te necesitan, no te engañes. Sólo te quedan muy pocos reductos para esconderte de las “cacerolas”  que para colmo son los reductos de mayor pobreza del país.
 
Elegiste San Juan para escapar. Pero te olvidaste que habías puesto antes tus garras en su subsuelo y la gente también allí te esperó con cacerolas. Te urgió levantar vuelo hacia Olivos, para vomitar tus órdenes a la caterva que te rodea y necesitabas llevar tus larvas contigo. Allí también te llegaron los últimos ecos de las cacerolas.
 
 Transfigurada emprendiste una deshonrosa retirada hacia el sur para poner  distancia entre ese ruido metálico tan odiado por ti, pero esta vez sabías que debías ir inusualmente custodiada. Pero no te descuides, siempre que estés rodeada de gente estarás en peligro. Recuerda que NADIE TE AMA.

Zulema Arques

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