domingo, 21 de octubre de 2012

ES PREFERIBLE IRSE A PIQUE QUE RENDIR EL PABELLÓN

 

“Es preferible irse a pique que rendir el pabellón”

La Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Cristina Fernández de Kirchner,
ordenó la evacuación de la fragata ARA Libertad, que quedará con una dotación
mínima en el puerto de Tema, Ghana, impedida de navegar por el vergonzoso
embargo al Estado Nacional deudor. Así, la viuda de Néstor Kirchner protagoniza
unos de los episodios más lamentables de la historia militar argentina.











Puente de mando
de la fragata ARA
                                                                                  Libertad, y su tripulación superior.
"(...) Y no ha
 de arriar mi pabellon 
ningún bajel de mi Nacion 
si queda a bordo un guapo marinero 
criollo como tal varon 
al pie del cañón. (...)",
Marcha de la Armada.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). En el amanecer del ultimo día, el capitán
 de corbeta Eduardo Ignacio Llambí ordenará a los jefes de brigada que los
 guardiamarinas se presenten en formación. Lo harán de espaldas a la proa del buque
formados por riguroso orden de promoción de babor a estribor.
Casi simultáneamente, el suboficial mayor, veterano de la Guerra de Malvinas,
Presentación Rogelio Cari hará formar al personal de suboficiales y marineros
de la nave; ellos lo harán sobre una banda, y sobre la otra formará la banda de música.
Minutos después, la plana mayor del buque escuela de la Armada de la República
Argentina, formará con frente hacia la proa. Encabezará la misma el capitán de fragata
Fernando Carro; jefe de Máquinas de la unidad y la 3er. jerarquía de abordo.
Los más de 300 hombres y mujeres formarán un perfecto cuadrado que tendrá un
vértice abierto. 
Cuando todo se encuentre listo, el oficial de ceremonia pronunciará las palabras
protocolares:  “Dotación al Sr. Comandante capitán de navío Pablo Lucio
Salonio, vista dere-cha”.  La banda ejecutará “honores”, y el comandante de la
Fragata ARA Libertad ingresará a la ceremonia seguido en un riguroso paso atrás
por su segundo capitán de fragata, Carlos María Allievi.
Luego de los saludos militares correspondientes, el oficial de ceremonia se desplazará
desde su atril hasta quedar frente al comandante y pedirá permiso para “Iniciar la
ceremonia”. No lo dirá pero todos sabrán que se tratará de la última, al menos
la última del 43er. viaje de instrucción.
Sin lugar a dudas, la entonación del Himno Nacional argentino será
particularmente emotiva; pero habrá otro momento que lo será mucho más.
Seguidamente un guardiamarina argentino, y uno en representación
de los invitados extranjeros, harán uso de la palabra.
El capitán Salonio esperará el final de esas palabras madurando las propias e,
inevitablemente, llegará el momento menos pensado. El momento de dar la
 despedida a sus cadetes faltando aún 6 puertos
 para terminar el periplo original, y casi un mes y medio para la fecha
 de regreso al Puerto de Ciudad de Buenos Aires.
Faltarán los cientos de embarcaciones deportivas que, año tras año, se aglomeran
en Rada La Plata para acompañar a la Embajadora de los Mares en sus
últimas millas náuticas.  No estarán los gavieros engalanando las gavias
con sus uniformes de época, y lejos quedarán los gritos de alegría de cientos de familiares
 y amigos de la dotación agitando sus pañuelos. Mucho menos la plana mayor de la
Armada y las otras fuerzas esperando la colocación de la planchada para subir al buque
Salonio estará solo.... la soledad del comando en su máxima expresión. Sus palabras
tratarán de confortar a una dotación que, en instantes más, será diezmada por la
incompetencia de la política llevada a su máxima expresión.
Él sabrá, sin duda, que está escribiendo una página vergonzosa de la historia
 naval argentina y mundial.  Él sabrá, como todos lo sabemos, que no es su culpa.
Cada uno de sus subordinados lo mirará fijamente, no solamente por el respeto que
se supo ganar en los meses de la travesía sino porque en minutos dejará de ser su
Comandante, su superior y referente.
Manteniendo ese paso atrás, el segundo comandante estará cuidando la espalda
de su superior,  tal como lo hizo durante los 2 años que le tocó ser edecán naval de la por
entonces ministra de Defensa, Nilda Garré. Claro está que esta vez se encontrará
secundando a una camarada y no al enemigo.
Las palabras del Comandante –que al momento de escribir esta nota son imposibles
de predecir– finalizarán invariablemente con la ultima orden: “Desembarcar”.
Como broche final la dotación entonará la Marcha de la Armada, y sería
imposible no adivinar quiebres de voz  cuando la tropa formada entone
“... Y no ha de arriar su pabellón ningún bajel de mi nación, si
queda abordo un guapo marinero. Criollo y por tal varón al pie de un cañon...".
Se dará por finalizada la ceremonia, habrá abrazos, saludos formales y de los
otros, los del afecto. Un par de ómnibus, diligentemente conseguidos por la
embajadora en Nigeria, María Susana Pataro, estarán esperando y en
menos de 2 horas solo quedarán abordo un puñado de hombres; solo lo justo
y necesario para atender las necesidades básicas del buque
El capitán Salonio guardará su sable de mando, escribirá en su bitácora las
novedades y seguramente mirará el retrato de Guillermo Brown mientras
recuerda la frase más trascendente del prócer: “Es preferible irse a
pique que rendir el pabellón”  ¿Lo entenderá nuestra Comandante en Jefe?
El canciller seguro que no.
 




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