domingo, 9 de diciembre de 2012

SE ESPERAN GRANDES DEFINICIONES


diciembre 8, 2012
By Acuña


La derrota cristinista ha llegado a un nivel político de difícil contenido y de imposible anticipación informativa, excepto en lo referido a los grandes cambios que se esperan en el ejercicio del poder después de lo que se estima como un fracaso pocas veces visto en la historia de la Argentina moderna. Su conversión en una suerte de despojo institucional, con las consecuentes debilidades y atomizaciones partidarias, abarca no sólo a las agrupaciones sino a todas las estructuras gubernamentales que penden de un hilo que se debilita día a día.

Tan claro resulta este escenario para los observadores extranjeros, que el mismo presidente del Ecuador -cuyas declaraciones tan poco favor le hicieron al cristinismo- quiso compensarlas con una oferta mencionada en voz baja durante su visita a la Casa Rosada. Allí, Correa habló claramente a Cristina acerca de cómo sus simpatizantes en la región veían su estabilidad sometida a un riesgo marcado y preciso en un almanaque que se achica día a día. 

La opinión de Correa fue escuchada con atención y los dos mandatarios estuvieron de acuerdo en que la enfermedad del venezolano Hugo Chávez aceleraba la necesidad de encontrar un nuevo referente para la izquierda regional. Cristina siempre aspiró a ocupar ese puesto en la política sudamericana pero esta vez, después de lo ocurrido con la Ley de Medios, no tuvo más remedio que escuchar con atención las seguridades que le ofrecía su visitante en el sentido de refugiarse en el Ecuador cuando llegue el momento de huir de la Argentina.

 De manera muy natural, el ríspido tema fue evaluado con la serenidad surgida de un análisis objetivo de la situación, lo que marcó la gravedad de los acontecimientos que se registran en nuestra ex República.

Más allá de la amable formalidad que mereció la oferta, no es posible, por el momento, conocer la intimidad del pensamiento presidencial en esta materia, pero sí podemos decir que en Olivos, cuando ya se sospechaba con fundamentos brindados por la inteligencia gubernamental que la justicia argentina no avalaría la estrategia montada alrededor de la Ley de Medios y del enfrentamiento con Clarín, Cristina W. Fernández tuvo accesos de furia y descontrol similares a los registrados en anteriores situaciones de adversidad.

Según nuestras fuentes absolutamente seguras, tuvo enfrentamientos verbales con sus colaboradores más cercanos y en especial con el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, cuya estrategia nuevamente criticó en profundidad. Más aún, cuando se habló de la posibilidad de montar movilizaciones contrarias a la decisión judicial, Cristina se opuso y no disimuló su convencimiento de que podría peligrar su seguridad personal. La discusión fue intensa y sostenida y ya sobre el filo de la madrugada resolvió citar para el día del fallo judicial a todo su gabinete, que se reunió por primera vez en la gestión del kirchnerismo.

Esto demuestra la profundidad de las consecuencias que tuvo y tiene lo ocurrido. Más aún, la Presidente resolvió adelantar su viaje al Brasil para no ser testigo de la noticia que para el medio día estaba firmada por los jueces y su divulgación quedó retenida hasta las últimas horas de la tarde.

Es innecesario que abundemos en detalles acerca del desarrollo de los acontecimientos por demás conocidos, pero agreguemos que la alteración emocional de Cristina fue tan honda, que le ordenó a su hijo Máximo que esté presente durante las desordenadas deliberaciones que se efectuarían en Olivos, una orden que su hija Florencia resolvió desconocer. No participó del debate político y se recluyó en sus habitaciones en una nueva señal de disconformidad y rebeldía.

El asombro gubernamental no tuvo límites e hizo que Cristina amenazara con su alejamiento en la medida que no se retome el control de la situación. En los hechos, a igual que el resto de los colaboradores, la cúpula del poder cristinista comenzó a tomar conciencia de los alcances del nuevo escenario abierto después de la definición judicial, del nacimiento de un nuevo factor de poder y de la necesidad de efectuar un hondo replanteo de los objetivos gubernamentales y de su contenido doctrinario -por llamarlo de alguna manera- para poder sobrevivir.

Por ahora existe algo así como un impasse pero de acuerdo con las evaluaciones más serias, ni los sentimientos ni el estilo de Cristina admitirían una modificación del rumbo adoptado por su gobierno. Concretamente, no acepta amoldarse a la derrota ni establecer una adecuación a las circunstancias inauguradas por ella misma al inventar el 7D y anunciar que la fecha significaría un avance para la implantación de su ideología.

Por ahora, la presidente de nuestra ex República se mueve signada por el asombro y la incomprensión, por lo que cabe esperar que los hechos evolucionen de acuerdo con estas circunstancias. Pero no llegan solas: vienen acompañadas por decisiones e intereses legítimos que han crecido frente a la incompetencia gubernamental, a la ausencia de soluciones frente a los grandes problemas que aceleradamente y cambiantes se muestran a diario y sobre todo, a la no participación de los políticos y sus partidos en el proceso de cambios que se registran en la región y en el mundo.

 Por cierto, hay excepciones y entre ellas algún ex ministro y otros ex funcionarios con capacidad suficiente para intervenir en los problemas cada vez más graves y profundos.
Algo sucede en el mundo de los poderes.

Estamos en condiciones de señalar que existen serias gestiones para definir un cambio de rumbo que comienza por lo económico pero que debe extenderse hacia otras áreas donde aún no existe criterio formado acerca de lo que debe hacerse. La Argentina es demasiado importante para dejarla abandonada en un escenario mundial plagado de necesidades y problemas.

Dentro del gobierno, hay quienes tienen alguna idea acerca de esto último y posiblemente hayan sido quienes enviaron a los Estados Unidos en una fugaz y cortísima visita, al controvertido secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, cuya gestión permanece en el misterio.

 De todos modos, parece que ésta ha sido insuficiente en tanto se esperan las necesarias informaciones.







Carlos Manuel Acuña

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