lunes, 18 de febrero de 2013

DE ESTALLIDOS Y FRACASOS




Por  Carlos Manuel Acuña

Obviamente, la noticia más importante en lo que va de este 2013 -que pinta bastante difícil- ha sido la dimisión de Su Santidad Benedicto XVI, un suceso que llega cargado de grandes consecuencias potenciales, que merece un tratamiento por separado.

En lo que se refiere a la Argentina, también la finalización del verano se aproxima cargada de amenazas y complicaciones que permiten vislumbrar algunas bien conocidas y acordes con la implementación de las últimas medidas económicas, en tanto los otros componentes de la tragedia que se abate sobre los argentinos no logran generar el habitual acostumbramiento que suelen producir.

Esto obedece a diversos motivos y entre ellos se destaca el contenido de estos hechos que justifica recordar el sentido de una definitoria palabreja que utilizamos a lo largo del año que transcurrió: anarquía.

Para algunos analistas todavía no nos hemos acercado a la plenitud del significado que entraña este vocablo, aunque sí admiten que los acontecimientos ofrecen señales inequívocas y alarmantes. Por ejemplo, el avance de la inseguridad, que la hace indisimulable, como sucedió días atrás en oportunidad del atascamiento del tránsito en la Ruta Panamericana, cuando la lluvia produjo el inédito atascamiento del tránsito por el agua acumulada que superaba el metro de profundidad. Los automovilistas fueron asaltados a plena luz de la tarde temprana y despojados por jóvenes armados que rápidamente se hicieron de dinero, relojes, alhajas y otros bienes sin que apareciera en momento alguno la policía.

Poco después, vecinos de Pilar, hartos de sufrir la falta de electricidad a lo largo de la semana, cortaron la misma ruta con el consiguiente asalto, pero esta vez perpetrado a la vista de gendarmes destacados para vigilar el paso de los vehículos, a los que se reclamó que intervinieran para impedir el delito. La respuesta, aparecida en varios diarios, fue que las órdenes recibidas no se lo permitían. Lo insólito es que, conocido el episodio, no hubo aclaración alguna y por lo contrario abundaron las anécdotas que circularon de boca en boca, acerca de sucesos similares, con el agregado de que en varias y distintas oportunidades los policías destacaron que cualquier intervención que culminara en la lógica violencia que producen esas situaciones, los convierte en víctimas que deben someterse a la acción de la justicia, sobre todo si el delincuente cae abatido por sus agresiones o defensa a balazos.

No sólo en el ámbito urbano capitalino, también en el campo ocurre algo parecido, especialmente cuando existen ciudades cercanas a lo largo de la costa marítima, por ejemplo, donde el turismo igualmente sufre las consecuencias de este problema. No vamos a extendernos en demasía sobre este asunto por demás conocido y en aumento, que se ha convertido en una fiel expresión de lo que significan las teorías permisivas del progresismo en boga. No es necesario y cada uno de los lectores podrá incorporar su anecdotario a este flagelo que ya se repite como una indignante letanía.

Concurrentemente, los informes económicos certifican que durante 2012 se cerraron casi cincuenta mil PYMES, fenómeno que afecta tanto a los sectores medios que mueven a este importantísimo segmento productivo, lo que viene a sumarse a un progresivo contingente de industrias y comercios de todo tipo que cierran sus puertas, casi siempre en silencio pero con sensibles repercusiones locales. Las noticias llegan una tras otra y explican el crecimiento de la delincuencia que también acompaña la incorporación de más y más jóvenes al consumo de drogas blandas y de las otras, generándose de esta manera un circuito o cadenas cuyos eslabones tienen a su vez otras derivaciones, como la violencia contra el personal médico y de enfermería en los hospitales públicos.

Parientes que no aceptan la realidad de sus enfermos y rechazan las malas noticias o las familias de los delincuentes heridos que inmediatamente toman cartas en el asunto dificultan la labor policial y alteran significativamente la paz social, al mismo tiempo que dibujan un escenario similar al de otras sociedades más atrasadas. Hace rato que la Argentina dejó de caracterizarse plenamente por su origen europeo para ingresar en un proceso de latinoamericanización del que, además, se siente orgullosa a partir de las palabras de sus políticos y dirigentes. La demagogia tiene sus variantes.

A propósito, mientras continuamos por el camino inverso al que en otras épocas permitió a nuestro país ejercer un liderazgo continental y llegar con nuestra cultura académica o popular a todos los países de habla hispana, Brasil, que hoy nos reemplaza en ese papel y desmiente aquello que sostenía que, por razones idiomáticas, tendría una barrera que lo condenaba en la tabla de posiciones, hoy ocupa el primer lugar en poder económico y por cierto militar, pues es mucho lo que tiene que defender.

El producto bruto interno del Estado de San Pablo, por ejemplo, es superior al de toda la Argentina, en tanto Chile o Perú, por hablar tan sólo de otros países grandes de la región, se caracterizan por un auge económico y de acuerdo con la tendencia general fortalecen sus aparatos defensivos en todos los órdenes. Si traemos a colación nuestro caso en este rubro, con sólo recordar los buques que se hunden, los aviones que se caen o están obsoletos y a su vez el material terrestre se achica y deja de funcionar, nos despierta el interrogante sobre los motivos específicos de una situación creada de ex professo.

 Para la mayoría de los observadores esta realidad obedece a un antiguo prejuicio ideológico sumado a una revancha por la derrota sufrida por el terrorismo hace más de treinta años. Lo inexplicable no pasa únicamente por el complejo político que contiene esta situación, sino también por su inutilidad pero, sobre todo, por la incapacidad que lleva añadida para defender el sistema institucional si se llega al estallido al que aludimos en nuestro título de hoy. Pero hay otro componente: pese a la sostenida campaña realizada en este tópico, que incluye el factor cultural y la historia que se quiere modificar, las Fuerzas Armadas gozan de una popularidad acentuada, especialmente a partir de la percepción de la gravedad y la alarmas que soportamos. Huelgan los comentarios.

Pese a todo, Cristina W., cuya imagen ha caído a límites que rozan el porcentaje que tuvo Néstor Kirchner cuando alcanzó el poder hace diez años, insiste en la posibilidad reeleccionaria con bastante angustia, pues no ignora que una derrota legislativa este año le cierra categóricamente el camino para 2015. El anuncio poco claro de que consultaría economistas para que le aconsejen qué debería hacer para superar el grave problema de la negada inflación, carece de sentido a la luz de la experiencia. El año pasado informamos de la reunión reservada mantenida con el titular del Banco Central, Mario Blejer, quien le señaló, entre otras cosas, que no podía continuar con las medidas de control y estatización.

No obstante, no sólo se continuó por el mismo camino, sino que se lo acentuó junto con otra iniciativa que ya provocó serios problemas políticos en la interna oficialista: la ubicación de jóvenes inexpertos en puestos clave de gobierno. La Cámpora y sus variantes aparecen como un objetivo de formación de nuevos cuadros partidarios, pero la incompetencia y la ausencia de capacidad e incluso de vocación por las funciones a cumplir, motiva una sostenida resistencia en todo el aparato partidario que aspira a integrar las listas de candidatos. La intención de favorecer a los jóvenes recién llegados es resistida por la mayoría peronista, que no acepta este criterio y promete que aparecerán listas paralelas en condiciones de ser oficializadas pero también impugnadas entre sí.

Para unos, se trata de simple impericia del pequeño grupo dominante en el actual oficialismo, para otros, no es esto únicamente, sino también el deseo de contar con elementos propios para poder imponerse ideológicamente en una segunda etapa que en los hechos, ha comenzado.

Son muchas las preguntas que se formulan alrededor de este tema que aparece en la escena como un capricho. Así, los intendentes bonaerenses, de quienes dependen en buena medida los votos, han informado de su lealtad a Cristina pero simultáneamente de su rechazo a la presencia camporista que no pierde oportunidad de manifestarse. Esta dualidad, entendible por un lado e inexplicable en la persistencia cristinista y de sus asesores, también irrita en otros sectores.

Por ejemplo, al comenzar la reunión organizada este viernes por las cuatro entidades representativas del campo en la bonaerense localidad de Pehuajó, apareció un gran cartel ubicado en la primera fila de una concurrencia de tres millares de personas como mínimo, enojada por las dificultades creadas a la producción. El cartel sostenía que había que “democratizar la tierra”, un concepto difícil de explicar pero de fácil reconocimiento en cuanto a la autoría. Ya informamos que en varias ciudades del interior La Cámpora abrió locales y reparte dinero para conquistar simpatías, lo que es suficientemente revelador de un plan orquestado que los productores relacionan, entre otras cosas, con las presiones que existen para impulsar la venta de los remanentes de la cosecha anterior pero igualmente con miras a obtener información sobre la prospectiva de la actual producción de soja.

 Por cierto, es imposible recabar una información precisa al respecto, pero la extraordinaria burocracia y papelería con que se abruma a quienes producen habla de una escalada de esta presión e incluso de la eventual obligatoriedad de vender, al margen de la voluntad o de otras necesidades distintas a la del simple acopio. El campo realizará al menos dos asambleas más, pero los ánimos están levantiscos y las dirigencias deben esforzarse para contener posibles resistencias avanzadas. Lo cierto es que se avecina otro conflicto y los funcionarios más sensatos del gobierno no lo ignoran pero la necesidad de obtener recursos es tan acuciante, que esta política persiste pese a todo.

Para concluir por hoy, debemos referirnos a lo que ya evidencia el fracaso del congelamiento de precios, pues comenzó el desabastecimiento y el mercado negro, un proceso que se agudizará con el correr de los días. La escalada inflacionaria se muestra imparable y, tal como lo mencionamos tiempo atrás, cuando quienes vivan exclusivamente de los subsidios, aprecien -como cualquiera que reciba un salario- que la mensualidad ya no alcanza ni para atender lo esencial. Lo dijimos hace unas semanas y ahora lo reiteramos, pues el tema consiste en otro aporte para el mismo estallido y un claro fracaso que se anticipa a los comicios. Con ello, la cuestión institucional, ya seriamente afectada por los motivos más diversos, pone en jaque, una vez más, a la crisis argentina.

 Si acotamos la cuestión externa -e interna- derivada por el pacto con Irán, el enfrentamiento desatado con la comunidad judía argentina y con el propio Israel, adquirirá niveles extraordinarios pues esto implica un enfrentamiento con el mundo occidental al que todavía pertenecemos. Los papelones de Timerman lo han llevado a enfrentarse con la misma comunidad a la que pertenece, factor que incorpora otro motivo más a su ya dificultada estabilidad. De ser cierta la noticia de que esta cuestión está relacionada con el aporte de tecnología nuclear que involucra a Venezuela, que operaría como puente con los iraníes, nos encontramos frente a un escenario difícil de calificar, pues a su vez Caracas transita por una profundización de su división interna acelerada por lo que serían falsas fotografías acerca del real estado de Hugo Chávez.

Concurrentemente, la situación del oficialismo iraní se muestra difícil y, como postre de esta situación, Cuba está doblemente comprometida por las fotografías y la total influencia sobre el vicepresidente Nicolás Maduro, lo que obliga a subrayar que tenían razón quienes sostenían que había que desconfiar de la “apertura” del castrismo y tomar muy seriamente el pie que físicamente logró poner La Habana en el continente y en la región. Decirlo es algo más que una observación objetiva, pues de un plumazo nos lleva a la memoria de los años setenta, a nuestra propia guerra contra la subversión, a la que sufrieron otros países -algunos hemos nombrado y no queremos dejar de mencionar al Uruguay- a la presencia de Ernesto Guevara de la Serna, alias el Che (cuya fotografía está ubicada en la Casa Rosada) y finalmente al derrumbe económico que parece preparado como un terreno apto para repetir la historia.

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