domingo, 16 de junio de 2013

El fiasco energético argentino


Andrés Oppenheimer


Un año después de la nacionalización de YPF, la empresa petrolera más grande de Argentina, lo que muchos temíamos se ha vuelto realidad: la producción de la compañía esta cayendo, sus deudas están aumentando, y sus directivos acaban de darse un generoso aumento salarial.

Un año después de la nacionalización de YPF, la empresa petrolera más grande de Argentina, lo que muchos temíamos se ha vuelto realidad: la producción de la compañía esta cayendo, sus deudas están aumentando, y sus directivos acaban de darse un generoso aumento salarial.

Es una película que ya hemos visto muchas veces —de manera más reciente en Venezuela, Bolivia y Ecuador—, pero el hecho de que haya tantos gobiernos latinoamericanos que insistan en medidas seudo-nacionalistas que han fracasado en todas partes no deja de ser sorprendente.

Según los datos oficiales de YPF, la producción de gas de la empresa cayó un 3,7 por ciento en el primer trimestre de este año, mientras su producción de petróleo cayó un 0,7 por ciento en el mismo período. En el último año, la producción de energía de YPF cayó un 0,6 por ciento, a partir de niveles ya bajos del año anterior, según las cifras oficiales.

Eso dista mucho de las promesas de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de que la estatización de YPF haría aumentar la producción de la empresa, pondría fin a las importaciones de energía y permitiría “recuperar nuestra soberanía”.

Para empeorar las cosas, un artículo del diario Clarín de esta misma semana señalaba que la junta directiva de YPF se acaba de asignar un aumento del 67 por ciento. Fuentes de YPF me dicen que, en realidad, el aumento real fue menor (el cálculo de un 67 por ciento de aumento surge de comparar los salarios de este año con los de un período de 9 meses del año pasado), pero sigue siendo significativo para una empresa en apuros.

Es cierto que la decadencia de YPF no empezó cuando Fernández nacionalizo gran parte del paquete accionario del grupo español-australiano encabezado por la compañía española Repsol a principios del año pasado. La producción de YPF había estado cayendo durante varios años, y siguió cayendo después de que el grupo encabezado por Repsol la compró en 2008.

Argentina —que antes era un país exportador de energía— tuvo que empezar a importar hidrocarburos en 2010.

El gobierno de Fernández dice que Repsol había “vaciado” YPF, sin invertir en nuevas exploraciones, y retirando excesivas ganancias. Repsol, a su vez, dice que los controles de precios del gobierno asfixiaron sus finanzas, pero que la empresa española no obstante invirtió abundantemente en exploración y descubrió los campos de Vaca Muerta, la reserva de gas más grande de Argentina.

Repsol está demandando a Argentina por una cifra que se cree podría alcanzar los 10.500 millones de dólares.

En el primer aniversario de la expropiación de YPF, ocho ex ministros de energía de Argentina publicaron una declaración conjunta denunciando que la política energética de Fernández y su difunto esposo Néstor Kirchner ha sido “consumir irresponsablemente sin invertir para reponer stocks”.

Como consecuencia, dijeron, Argentina está produciendo un 25 por ciento menos de petróleo y un 13 por ciento menos de gas de lo que producía en 2003.

Aunque critican la administración que Repsol, los ocho ex funcionarios dijeron que “la expropiación del paquete mayoritario de las acciones de Repsol el año pasado no ha resuelto el problema, y va camino a empeorarlo”. Debido a que Fernández no pagó por la expropiación, le resultara difícil al país atraer inversores para la exploración de petróleo y gas, dijeron.

En un testimonio reciente ante el Congreso de Estados Unidos, el experto en energía de la Universidad de Texas Jorge R. Piñón advirtió que “si se le permite a Argentina implementar estas políticas sin tener que enfrentar las consecuencias, el estado de derecho se verá seriamente debilitado, y se creara un efecto dominó en otros países latinoamericanos”.

Ahora, el gobierno argentino esta anunciando triunfalmente que Chevron invertirá en los depósitos de Vaca Muerta (lo que prueba una vez más aquello de que las empresas petroleras no se guían por la ideología, sino por la geología). Pero fuentes de la industria dicen que la inversión de Chevron, si se concreta, será muy inferior a la que necesitará Argentina para revertir su declive energético.

Mi opinión: Aunque hay casos de empresas petroleras estatales que son exitosas, como Statoil, de Noruega, la expropiación argentina de YPF es un caso de manual de lo que ocurre cuando un gobierno populista con pocos contrapesos institucionales nacionaliza una gran empresa.

Uno podría pensar que la mala experiencia de la estatización de YPF, así como el fiasco de la nacionalización de Aerolíneas Argentinas, le habrían enseñado una lección a Fernández. Pero mientras escribo estas líneas, estoy leyendo que Fernández acaba de expropiar la compañía ferroviaria Tren de la Costa. No hace falta perder mucho tiempo tratando de adivinar como terminara eso.


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