viernes, 30 de agosto de 2013

Buena onda, pero con el libreto gastado





30/08/13 



 Por Julio Blanck

Martín Insaurralde llegó al estudio de TN el jueves minutos antes de las once de la noche, casi sobre el inicio de la emisión de Código Político. Sonriente, cordial, saludó fuera de cámara a otros invitados, como el senador radical Ernesto Sanz y su colega intendente de San Isidro, Gustavo Posse, con quien nunca se había cruzado.

Sanz y Posse son fuertes opositores del Gobierno, pero eso no inmutó la buena onda de Insaurralde. Debería ser lo habitual, pero es un dato en este tiempo enfermo de enconos y rencor que vive la política irrandiándolo a buena parte de la sociedad.

El intendente de Lomas de Zamora es el mejor candidato que podría haber elegido Cristina para encabezar la boleta bonaerense del Frente para la Victoria por una sencilla razón: es el que menos se parece al resto de la lista que se cobija bajo su figura todavía poco conocida.

Ahora que el viento del humor social sopla en una nueva dirección, quizás alguien percibió que insistir con poner en la vidriera a las figuras agresivas e intolerantes de siempre –como Carlos Kunkel o Diana Conti, que están en la misma lista— no daría un resultado aceptable. Y entonces cuajó la candidatura de Insaurralde. Pero no le pidan milagros.

El resultado de las elecciones primarias desnudó la soledad creciente del cristinismo, fruto de su propio encierro ideológico, su negación de los problemas y la hostilidad contra todo el que no adhiera a su relato en niveles cercanos a la obediencia ciega o el fanatismo.

Insaurralde no fue una tabla de salvación, y mucho menos tapado por la figura omnipresente de Cristina, destinataria de un voto castigo que se hizo muy notorio en la Provincia pero que se extendió a todo el país.

Por eso, su presentación anoche en TN tiene dos caras bien diferenciadas. Por un lado, fue el intento de bajar los niveles de crispación, mostrar capacidad de diálogo con quienes critican al Gobierno y llegar a las audiencias masivas que la fabulosa corporación de medios oficialistas está lejos de capturar. Pero parece un ejercicio tardío, porque hace rato que el cristinismo mostró su verdadera naturaleza.

Por otra parte, hay un mandato de genética política impreso con demasiada profundidad para cambiarlo sobre la marcha. Insaurralde, con su buen tono y su disposición a contestar todo sin entrar en descalificaciones, no pudo escaparse del libreto oficial que en las elecciones primarias se acaba de demostrar gastado y poco eficaz.

Tuvo aceptaciones genéricas sobre los problemas con la inseguridad y la inflación, y una defensa incómoda o gambetas cuidadosas para esquivar definiciones sobre Guillermo Moreno y La Cámpora. Pero, sobre todo, Insaurralde insistió en la defensa de lo hecho en diez años y en la propuesta de insistir en ese rumbo como oferta a un electorado que, por mayoría contundente, mostró en las primarias que busca otro camino porque este, siempre igual a sí mismo, ya dejó de seducirlo.

Es la letra que hay que recitar, aunque ya no funcione como antes. Y la culpa de eso no la tiene Insaurralde.

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