jueves, 17 de octubre de 2013

Dólares, pesos y las cuentas para después del 27





17/10/13

Por Daniel Fernández Canedo

Presiones. El secretario de Comercio, Guillermo Moreno, quiere conseguir dólares. / MARIA CERUTTI


Primero fue sobre las petroleras y, casi simultáneamente, sobre las cerealeras, pero como la cosecha no se presentó muy fructífera, ahora va por las automotrices.

La carrera del secretario de Comercio por conseguir algunos dólares para el prorrogado y poco efectivo blanqueo de divisas no descansa y va sumando actores.

Guillermo Moreno presionó para que petroleras y exportadoras de cereales adelanten US$ 500 millones por grupo y suscriban el bono Baade y ahora busca que las automotrices pongan unos US$ 300 millones.

Esa presión que los empresarios intentan gambetear con anuncios de posible remesas, hasta ahora, se cristalizó mínimamente en la realidad: la suscripción de bonos Baade apenas roza los US$ 40 millones.

Ese resultado es una de dos de las caras más visibles del Gobierno en materia económica que parece haber llegado para quedarse por un buen tiempo.

Una es la escasez de dólares y la otra, una montaña de pesos.

La falta de dólares, como lo consigna un informe del Estudio Bein, explica el giro que está dando el Gobierno pagando juicios de empresa en el exterior para normalizar créditos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, extendiendo el “blanqueo”, y resideñando las estadísticas de precios para conseguir un “aval” del FMI en el intento de destrabar la deuda con el Club de París
.
En otras palabras, un gobierno acostumbrado a gestionar con la abundancia de divisas –que en un tiempo le dio el producido de la soja y le posibilitó llevar adelante su política de desendeudamiento con el exterior– va llegando a un límite y ahora busca firmemente dólares para no tener que hacer un ajuste que lo complique aún más políticamente.

Las cuentas son bastante claras: en los próximos dos años los compromisos de pago de la Nación, las provincias y las empresas privadas rondan los US$ 15.000 millones, cifra que representa poco menos que la mitad de las reservas de divisas del Banco Central.

Si la decisión oficial es seguir pagando al exterior con los dólares del Central, el camino se hará de tránsito pesado y eso parece haberlo entendido una parte del Gobierno que ahora está a la búsqueda de financiamiento y para el que el concepto de volver a los mercados ya no es una mala palabra.

La necesidad impulsa el giro del Gobierno también porque hay otros números contundentes.

Este año, sólo la importación de combustibles demandaría unos US$ 12.000 millones. A esa cifra le seguirán unos US$ 8.000 millones por el déficit externo que arroja el sector automotriz y otros US$ 7.000 millones que demandan las importaciones para el armado de electrónicos en Tierra del Fuego.

Apostar al mantenimiento de la actividad económica basándose en la expansión del consumo también por este lado parece encaminarse a un límite y más cuando existe la impresión de que el retraso del dólar (el oficial estaría 20% retrasado) no se resolvería a corto plazo.

Cuando los técnicos comparan los pocos más de US$ 34.000 millones que hay en las reservas del Banco Central con la base monetaria (un concepto asimilable a la cantidad de pesos que hay en circulación) la relación de cambio es de 9,5, un resultado muy similar al del dólar paralelo.

Un problema es que esa fotografía de la economía c on menos dólares y más pesos va derivando hacia una película de bastante menos dólares y muchos más pesos.

En septiembre, la cantidad de plata que el Banco Central le pasó al Tesoro para cubrir el déficit marcó un récord histórico, superando los $ 19.000 millones.

Fue la mayor asistencia desde diciembre, cuando había dado un salto y alcanzado $ 14.500 millones.

En el mes previo a las elecciones, el Gobierno aceleró la emisión de pesos en el intento de compensar, en parte, el hecho de que el Banco Central debe seguir vendiendo dólares no ya para serenar las aguas en el mercado paralelo sino, también, para sedar al dólar oficial.

Mientras tanto, y en lo que parece un contrasentido, los mercados, que ayer se tomaron un respiro, siguen adelante con la fiesta financiera.

La acción de la eléctrica Edenor sube 41% en el mes y las de los bancos entre 11 y 20%. En los títulos públicos, los aumentos van del 3 al 20%.

El contrasentido está en que mientras el Central tiene menos dólares, hay ahorristas que compran bonos dolarizados en la creencia no sólo de que subirán de precios sino, también, de que recuperarán su dinero.

En el caso de las acciones, la apuesta es a que ante el nivel sideral que alcanzaron los subsidios para mantener congeladas las tarifas de luz, gas y transportes, el Gobierno no tendrá otro camino que bajarlos después de las elecciones y eso mejorará, suba de tarifas mediante, la situación de las empresas.

El caso de esos subsidios es realmente llamativo. Tanto subieron que representan 5% del PBI, prácticamente el doble de lo que el Estado recauda por las retenciones a las exportaciones del campo.

Así hoy serían necesarios dos años de retenciones para cubrir uno de subsidios. Esa realidad parece insostenible.

La suba de los precios de las acciones y los bonos muestran una apuesta de parte de los agentes económicos a cambios después de las elecciones.

Aún antes del nuevo mapa político que surja del domingo 27, la escasez de dólares frente a una montaña de pesos ya anticipó un giro cuya intensidad y efectividad aún se desconoce.

La mayoría de los analistas apuestan a que el Gobierno no hará ni un ajuste de las cuentas públicas ni saltos bruscos en el tipo de cambio, pero no está claro aún como conseguirá los dólares para poder garantizar ese gradualismo.

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