viernes, 18 de octubre de 2013

El pacto negro del gobierno con el Partido Obrero





octubre 18, 2013
 
 
 
 El kirchnerismo infló al trotskismo para esmerilar a Macri, Moyano y Micheli.
 
 
 
 
Las primarias del pasado 11 de agosto confirmaron una tendencia que analizamos en notas anteriores: el crecimiento electoral de la izquierda, en particular del sector que conduce el Partido Obrero. Éste representa al trotskismo vernáculo, que es el portavoz de la Cuarta Internacional. En las recientes primarias de Salta y Mendoza, el P.O. hizo excelentes elecciones, lo mismo que en Capital y Buenos Aires.

El desarrollo de la izquierda revolucionaria, como se autodenomina, tuvo saltos muy importantes en los últimos años. Uno fue el conflicto en la alimenticia Kraft, un verdadero punto de inflexión. Después vino el protagonismo de los metrodelegados en los conflictos del subte metropolitano, en los cuales algunos dirigentes trotskistas fueron cooptados por el cristinismo. Una tercera etapa, de importancia decisiva, fue la toma de colegios secundarios y los triunfos en muchos centros de estudiantes de la Capital Federal. 

Otro empujón en esta carrera ascendente fueron las denuncias sobre el Proyecto X de la Gendarmería para espiar a dirigentes universitarios. Según fuentes de inteligencia, la filtración del proyecto habría sido obra del propio gobierno nacional, así como el alto perfil que el juez Norberto Oyarbide le dio a la investigación sobre el tema. Según esta interpretación, el kirchnerismo se habría interesado en que Clarín le diera publicidad a la cuestión para que la izquierda revolucionaria quedara como víctima del gobierno. La razón sería un pacto entre la Casa Rosada y Altamira. El mismo consistiría en que el Partido Obrero dedicaría una parte de sus esfuerzos para esmerilar la gestión de Mauricio Macri a través de los conflictos en los subtes, las facultades y los colegios secundarios. Todo esto sin contar las marchas del PO y sus aliados que el gobierno porteño deja hacer sin recurrir a la Policía Metropolitana, pese a las denuncias de los fiscales.

Aprendices de hechiceros

 

El otro objetivo del gobierno en su acuerdo táctico con el trotskismo sería horadar la credibilidad de los gremios de las centrales obreras de Balcarce y Azopardo con el fin de que el sindicalismo peronista no reclame los fondos de las obras sociales que retiene la Casa Rosada a través de la superintendente de Servicios de Salud, Liliana Korenfeld, que goza de la estrecha confianza de la presidente. Al mismo tiempo se mantienen latentes las causas judiciales contra Hugo Moyano y el “Momo” Venegas, los sindicalistas con los cuales el oficialismo no negocia. En esta jugada a tres bandas, la que falta mencionar es la complicidad con el kirchnerismo de Claudio Lozano y Víctor De Genaro, en Capital y Buenos Aires respectivamente.

 Ellos ejercen gran influencia sobre el líder de la CTA Pablo Micheli, para darle espacio a la izquierda revolucionaria. El cristinismo entendería que este crecimiento no es una amenaza y le sirve para condicionar a los gremios peronistas. En este contexto, tres años atrás, los piquetes del Partido Obrero en la línea Roca no fueron reprimidos y se los hizo caer en la trampa a la Unión Ferroviaria para que ésta se encargara de desalojar las vías. 

La conducción liderada por José Pedraza manejó pésimamente el tema y la consecuencia fue el asesinato de Mariano Ferreyra. Este homicidio disparó la solidaridad popular con el Partido Obrero y el gobierno, como reconoció la misma presidente, intervino para que la justicia condenara a Pedraza y a otros dirigentes de la Unión Ferroviaria. La difusión que en buena medida le dio el multimedios oficial a este juicio fue el gran espaldarazo para que el trotskismo creciera en la consideración de la opinión pública.

Este amplio conjunto de factores fue construyendo el camino para del exitoso resultado del P.O. en las primarias. Sin embargo, en el contexto actual, el pacto con Altamira y Pitrola estaría empezando a preocupar seriamente al cristinismo. El motivo sería que la izquierda le estaría quitando votos al FpV, por ejemplo en Capital, y aprovecharía el blooper de Juan Cabandié para crecer, estando cerca de conseguir diputados nacionales en Buenos Aires y Capital. El voto progresista que contiene Martín Sabbatella y el Partido Comunista en la lista colectora que lleva como candidato a Pablo Ferreyra, hermano de Mariano, ya no alcanzaría para abarcar el descontento de estos sectores en Capital y el Conurbano. El gobierno infló a la izquierda revolucionaria y ahora, sencillamente, no la puede frenar.
 

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