martes, 29 de octubre de 2013

Fiesta en la Oficina de la Maldad



29/10/13 




  Por Ricardo Roa


Fue la fiesta del revés. En la noche de la derrota, el Gobierno celebró como si hubiera ganado.Hasta tiraron papelitos como quien sale campeón.

Fue el episodio más delirante del domingo: mostró, como ningún otro, el espíritu negador de la realidad, esa obstinación oficial por ignorar todo aquello que no sea el propio relato y persistir viviendo en la ficción política.

El kirchnerismo mantiene la mayoría en las cámaras y el status de primera minoría. Son dos hechos concretos, aunque puede haber corrimientos en el Congreso. Pero también lo es que siete de cada diez argentinos votaron en contra del Gobierno y que el Gobierno perdió en más de la mitad de los 24 distritos, entre ellos los cinco principales y hasta de local en su feudo, Santa Cruz. 

El maestro de ceremonias de la fiesta del derrumbe trastrocada en fiesta de la victoria fue Boudou.

Una decisión coherente.

Más eufórico que contento, el vice se movió hiperkinético por el escenario, abrazando al que se le pusiera a tiro. Hasta se corrió para besar a su novia, Agustina Kampfer: un gesto de ganador aunque todos habían perdido. El pudo pensar que no era un perdedor: al fin de cuentas, lo habían borrado de la campaña y pese a la peor imagen, allí era el rey de la escena.

La orden de montar el show del entusiasmo fingido fue de la propia Cristina Kirchner y de ella también la de que Boudou actuara como disc-jockey.

Sabe que Boudou está para lo que venga y no quiso tampoco darle protagonismo a ningún otro. Cristina controló el acto vía Zannini y siempre entre bambalinas Zannini hacía llegar las instrucciones presidenciales a Parrilli para que éste, a su vez, las transmitiera al vice. 

Algunos pusieron cara de asombro y uno, al menos, de mucho fastidio. Ese uno fue Scioli, que no sabía cómo tomar distancia del papelón de Boudou salvo mostrando que se sentía como sapo de otro pozo. Scioli ignoraba que iba a encontrarse codo a codo con Boudou y que Boudou coparía el micrófono. Lo ningunearon. Al gobernador sólo le informaron que él hablaría al final, luego de Abal, Insaurralde y Filmus.


En el kirchnerismo la Oficina de la Maldad atiende las 24 horas

                                                                                                                                                              
Abajo del escenario había mucho ruido y poca gente y arriba, una tripulación completa. De un lado, el peronismo oficial y la CGT desteñida de Caló. Del otro, la agrupación Vamos por Todo: los jefes de La Cámpora, la rama kirchnerista del PC de Heller, Sabatella y Yasky y D’Elía, en carácter de invitado especial aunque todos le escapen. Y los ministros, para mostrar que el Gobierno enfrenta unido la caída vendida como victoria.

El pase de facturas ya comenzó y es la prueba inocultable de la derrota. La primera se la cargaron a Scioli, la segunda a Insaurralde. Es parte de la pelea por la sucesión de Cristina. La otra batalla, que también ya comenzó, es por los cambios en el Gabinete.

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