Martes 19 de noviembre de 2013
Por Laura Di Marco | Para LA NACION
Si la enfermedad de la Presidenta provocó un
reposicionamiento de La Cámpora dentro del esquema de poder K, su recuperación
consolidó el avance de la agrupación liderada por su hijo Máximo, que había sido
corrida estratégicamente de la escena por ella misma, mientras duró la campaña
electoral. Con la designación de Axel Kicillof al frente de
Economía, sin embargo, Cristina demostró que al tope de sus preferencias siguen
estando sus hijos políticos, además de los biológicos, los únicos en los cuales
ella confía, sobre todo en tiempos de fragilidad física y política.
Gritón, ambicioso, soberbio, inteligente y
áspero
Cuando estudiaba Economía en la UBA -allí fundó la agrupación de izquierda independiente Tontos pero no Tanto, durante la década del 90 - solía llamar peyorativamente "politiquitos" a los socialistas que peleaban en las elecciones del centro de estudiantes. En cada elección, y para chicanear al resto de las agrupaciones, que pertenecían a los partidos tradicionales, se paraba en la puerta de Económicas con una bolsa de caramelos y ofrecía, en broma, un intercambio: "un caramelo por un voto".
Kicillof asume con un equipo económico anclado en el ideario de los economistas de TNT, que creían y creen en que el Estado debe marcarle la cancha al capitalismo, a modo de una nueva "utopía revolucionaria". Es que Kicillof nunca fue, en verdad, de La Cámpora. Sus rivales internos dentro del gobierno -y muchos, incluso, dentro de La Cámpora- lo acusan de haber usado el paraguas de la agrupación política del hijo presidencial para ascender posiciones dentro del Gobierno, e influir al lado de Cristina. De hecho, con Kirchner en vida, Axel no frecuentaba las reuniones de la organización. Como fuere, Kicillof se adaptó a la lógica del poder mucho mejor y más rápido que otros jóvenes del kirchnerismo, que también venían de la izquierda universitaria.
En una carrera vertiginosa, este doctor en Economía, ha sido el respaldo de la Presidenta a la hora de decidir la mayor expropiación de la historia argentina: el regreso de YPF al control del Estado. Kicillof la asesoró, contribuyó al proyecto y ha sido el claro cerebro económico en las sombras de aquel impactante traspaso.
Es un economista formado en la academia con modales
duros, ideal para profundizar una "revolución" nacional que sólo existe en el
imaginario de Cristina y sus muchachos
Un diplomático de un país limítrofe que lo trató hace unos meses, describe muy bien la dinámica entre la vieja y la nueva guardia en el Gobierno, enfocándose a Kicillof: "Mientras yo le hablaba del problema que me había llevado hasta su despacho, Kicillof mantenía la vista fija en unos papeles de su escritorio, mientras hacía números mordiendo la lapicera como un niño. Es tajante, duro, te penetra con la mirada calibrándote, como si fueras sospechoso de algo. Difícilmente tiene algún gesto de cercanía en la negociación. De Vido, en cambio, cada vez que me ve, me abraza y me llama 'hermano', aunque sé muy bien que, si al día siguiente, me lo cruzara por azar en alguna reunión seguiría de largo porque, en verdad, no tiene la menor idea de quién soy".
La economía era un área que, mientras Kirchner vivió, manejó personal y directamente, independientemente de que formalmente existiera un ministro, del que nunca recordábamos del nombre. La primera vez que existió de verdad un ministro para esa cartera, cara para los Kirchner, fue con Kicillof, quien, a pesar de Lorenzino, ya era ministro siendo viceministro. En una palabra, el nuevo titular de Economía, una suerte de revival carilindo de Cavallo, es un economista formado en la academia con modales duros, ideal para profundizar una "revolución" nacional que sólo existe en el imaginario de Cristina y sus muchachos
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