martes, 26 de noviembre de 2013

Resurrección: la segunda venida de los pesificadores





noviembre 26, 2013
 
 
 
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La prematura ausencia por enfermedad de Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner del escenario político ha derivado en la presentación de un pretendido esquema de soluciones… Pocos se percataron, pero ellos están de regreso. A diferencia de 2001, cuando el enrevesado juego de variables regurgitado por los desbarajustes de la Administración De la Rúa los obligó a salir al “rescate” de la nación en llamas. Hoy, han vuelto. Camuflados desde la toma de posiciones en el seno de espacios partidarios en apariencia diferentes.

La prematura ausencia por enfermedad de Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner del escenario político ha derivado en la presentación de un pretendido esquema de soluciones a dos bandas; en primer lugar, que se configura con el súbito ingreso de Jorge Milton Capitanich en la Jefatura de Gabinete de Ministros (JGM). En segundo orden, hilvanado por un lóbrego pietaje de negociaciones subterráneas protagonizadas por un puñado de dirigentes del oficialismo y sus equivalentes en espectros autoproclamados “opositores”.

El eje de las conversaciones no coincidirá -necesariamente- con la variante de la impunidad para un kirchnerismo en retirada. Antes bien, el verdadero propósito de los neodialoguistas se atendrá, sin vueltas, a neutralizar la alternativa siempre plausible de la implosión del teatro de operaciones político, económico y social. A sabiendas de que las variables en pugna se presentan, a priori, con un potencial de volatilidad que porta mayor calibre que en 2001. 

La amplificación de la criminalidad (bien entrenada en explotar en propio provecho el registro de minicrisis localizadas como cortes de luz, cortes de autopistas o “zonas liberadas”), la frugalidad de la provisión eléctrica (el verano se caracterizará, otra vez, por numerosas interrupciones en el servicio), la escasez de combustibles (la Gestión Gallucio ha fracasado, en tanto YPF se ve forzada a rebajar el octanaje de sus productos a criterio de no caer en el desabastecimiento) y el incremento del accionar de pandillas de una izquierda fundamentalista en la calle, ponen de suyo para volver más tirantes los problemas con los que hoy deben lidiar intendentes y gobernadores.

En esos encuentros, también se habla de la probabilidad de ocurrencia de saqueos, que podrían motorizarse desde la táctica del “ensayo y error”. Aspecto en donde se evalúa como anecdótico que tales episodios sobrevengan espontáneamente u organizados desde alguna reconocida clandestinidad (sectores con filiación política probada, o narcotraficantes de barrio motivados por la metodología de la distracción).

En igual sentido, los personeros de este diálogo a puertas cerradas no se esmeran en ocultar la necesidad de proteger su principal fuente de ingresos, esto es, el déficit político. Ideograma que roza el tabú y que -palabras más, palabras menos- se resume en el desfalco programado de las arcas del Estado Nacional con rigor anualizado, mensurado ya en puntos del Producto Bruto Interno, opera para beneficio financiero de la dirigencia en su conjunto. Si existe caos, los números computan caídas ostensibles en la recaudación; ergo, la élite cuenta con menos recursos para repartirse.

Ya no comporta mayor sentido el ocultarlo: Capitanich (eterno hijo pródigo del duhaldismo) arriba con el imperativo de “poner la casa en orden”. Ya ha delineado un compendio de medidas poco simpáticas pero, a la postre, ineludibles, si de lo que se trata es de emprolijar el desmadre provocado por Guillermo Moreno (por mandato de la propia Presidente y, antes, Néstor), Kicillof (reducido ahora a figura decorativa en Economía), y otros muchos. El flamante Jefe de Gabinete cuenta con un importante aval mediático y del massismo, coalición que ya celebra -por ejemplo- la interposición de violentos tributos en la compra de vehículos cero kilómetro. También hace cuestión de horas, Eduardo Duhalde -rebautizado por muchos como “portero” del kirchnerismo- se deshizo en aplausos para con el licenciado Gobernador del Chaco.

 El economista Jorge Remes Lenicov emergió de las cenizas del descrédito y ha comenzado a presentarse ante los medios de comunicación para regocijarse con su rol de instrumentista quirúrgico durante la pesificación asimétrica de 2002, obviando convenientemente que fue mentor de la expoliación violenta de las tenencias de incontables pequeños ahorristas. Actitud similar a la encarnada por declaraciones del oscurantista Ignacio de Mendiguren, célebre aplaudidor de los postulados más incongruentes del “modelo Nacional y Popular” -hoy allegado a Sergio Massa-, que también propugnó su sospechoso conformismo ante la manutención del cepo cambiario. 

Para condimentar este vituperable aquelarre, los análisis del mainstream media nacional -Grupo Clarín- se exhiben harto complacientes con Jorge Milton: sus expertos en temas económicos repiten hasta el cansancio que “esto no se parece a 2001″, mientras conmemoran las cifras deshilachadas del Banco Central y exponen las torpezas de la eyectada Mercedes Marcó del Pont. Como si el quiebre de las reservas en tiempos de De la Rúa no hubiera computado relación alguna con los enfrentamientos callejeros que luego propinarían un puntapié al fallido gobierno de la Alianza. No obstante, sí pareció tomar nota el otrora superministro Domingo Felipe Cavallo, que la emprendió contra los massistas porque, a su juicio, “alientan una fuerte devaluación”.

En tanto aún resta comprobar la medida del éxito de la Administración Capitanich (algunos ya lo etiquetan, acaso socarronamente, como “presidente en ejercicio”), será difícil soslayar que el regreso de la banda de los pesificadores no remite a coincidencias. Aunque esta resurrección se perfile como un “plan B” ingeniado para implementarse en un futuro alternativo, ante el fracaso de todo lo demás. Oportunidad inmejorable para citar al funcionario kirchnerista ahora caído en desgracia que, en reunión secreta, citara: “El tipo que tiene sus ahorros en el banco es un pelot… que merece ser confiscado”.

En el mundillo de la política -al igual que en muchos otros-, las coincidencias, simplemente, no existen.
Matías E. Ruiz
El Ojo digital

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