sábado, 21 de diciembre de 2013

La facturación trucha y el rastro fiscal, es mucho más importantes que los bolsos

Santa Cruz




 21/12 -22:00 


 Por: Rubén Lasagno


Quien haya creído que el cuento de los bolsos con dólares, los cuales, según Fariña, se pesaban en las oficinas de la Rosadita, fue lo más impactante sucedido en el affaire sobre lavado de dinero, se equivoca. Lo más grave, para Lázaro y para la familia Kirchner, es la publicación de esta irrebatible prueba de complicidad que existe entre el empresario de la construcción y el gobierno nacional. 

El tema de los bolsos con dinero, fue una “travesura” al lado de las pruebas irrefutables que presentó Hugo Alconada Mon en la Nación en sucesivas notas. Está claro que en aquella oportunidad, a pesar de haber actuado mal en todo momento, Lázaro tuvo la posibilidad de contrarrestar lo que decían Fariña, Elaskar y Quiroga (entre otros) con negativas constantes, arreglos con algunos fiscales y jueces y remodelación de las bóvedas para que parecieran vinotecas.

Es decir, con un poco de “buena voluntad” por parte de los jueces que tienen a su cargo la causa, es posible que Lázaro Báez pase como un hermano franciscano, por la causa de “los bolsos”. A tal punto, la historia perdió potencia, que solo quedaron las chicanas y los mitos urbanos de lo que pudo haber sido aquello de acarrear bolsos repletos de dólares contados de a kilos.

Esta historia de “el tío rico” lo tuvo a mal traer varios días, pero finalmente se planchó todo, dado que además de la cantidad de pruebas existentes, terminó siendo la palabra de uno contra la de otro; Miriam Quiroga que en sede judicial declaró que Daniel Muñoz no le mostró los bolsos, Fariña que se desdijo, por vaya a saber qué incentivo y así sucesivamente, el caso en sí perdió interés.

Pero este último caso es distinto. Aquí, todo lo que se descubrió a partir de los documentos fiscales publicados por Alconada Mon, son partes del gran rastro que dejaron las empresas hoteleras y las del grupo de Austral Construcciones y a partir de la cual, cualquier profesional o grupo de profesionales contables, pueden establecer paso a paso y con total precisión, lo que se hizo, cuánto se pagó, cómo se contrató, quiénes intervinieron, los montos que se depositaron, quién retiró los fondos, qué destino tienen o tuvieron y finalmente en quién o quienes terminaron los dineros.

Este problema disparó la desesperación en el círculo íntimo del constructor. Desde el entorno de Báez, hubo alertas rojas para tratar de tapar el drenaje de información, pero es muy difícil, por no decir imposible, que cuando comienza a salir a la luz una investigación de este tipo, por partes, se logre detener el objetivo.

El último recurso de Báez, entonces, fue correr a ver a la jueza Eskenazi Vera, la misma que “allanó” su chacra y pedirle un bozal para la prensa. De este modo, Lázaro sueña con que nada se publique, nada se diga y por supuesto, confía en que la amnesia ciudadana cure el resto, olvidándose de que hasta hace un poco más de 10 años atrás era un empleado raso del banco y hoy un multimillonario. Primero tendría que explicar cómo se hace tanto dinero, sin incursionar en la ilegalidad y luego, comenzar a mostrar papeles.

Tal como lo dijo Jorge Lanata, el problema de esta gente ni siquiera es “el negro”, sino que ya tienen problemas para justificar “el blanco”, porque es básicamente injustificable la escalada de enriquecimiento que han tenido en estos 10 años, tanto la familia Kirchner como todo su entorno.

Por lo tanto, el tema de los bolsos ha quedado reducido a una simple anécdota, comparado con la gravedad de la realidad que implica que empresas de Báez hayan estado simulando, durante todos estos años, una ocupación ficticia de los hoteles de Néstor Kirchner y se pueda corroborar expresamente la existencia de un circuito por el cual se hace llegar al bolsillo de la familia presidencial, parte del dinero resultante de los sobreprecios y retornos.

Técnicamente no es posible para Báez y sus contadores, abogados y escribanos, ocultar nada de lo que aquí ha investigado Hugo Alconada Mon. Pudieron llegar, incluso, a dibujar los ingresos de Néstor Kirchner en la parodia que significó la investigación por enriquecimiento ilícito, donde Oyarbide llamó a los contadores del investigado para que oficiaran de peritos, pero esto es distinto; aquí el rastro queda en infinidades de papeles y organismos, en múltiples sociedades y movimientos contables, en facturas, recibos e informes fiscales. No existe una manera práctica de tapar todo con otra maniobra fraudulenta como sucedió en el caso de “los bolsos y las cajas fuertes”.

Por este motivo y no por otro, ante la impotencia de ver que no se puede salvar el error y que de continuar con estas publicaciones, peligra la estabilidad de la propia familia presidencial (y del él mismo), Lázaro Baéz interpuso una medida cautelar para amordazar a los medios, invocando cuestiones “privadas”, que no son tales al involucrar cohecho, malversación de fondos públicos, tráfico de influencia, fraude en licitaciones, sobreprecios con el Estado y un sinnúmero de delitos más que seguramente un juez probo podría encontrar y castigar debidamente; por lo tanto, lo que Báez intenta circunscribir al “ámbito privado”, no es tal, ya que desde que nació a la vida empresarial mamó de la teta del Estado, ese mismos Estado que administraba su amigo y socio Néstor Kirchner y luego su esposa.

Si esto es “privado” lo público dónde está?; el hecho de haber usado dineros públicos para su enriquecimiento a través de su vinculación directa con el gobierno y como principal y único favorecido por la obra pública nacional, el concepto de “privado” es tan relativo como las leyes de la física y habrá que ver si hay un juez kamikaze que intente suplantar esa relatividad dándole la razón a un desesperado Báez que busca, por cualquier medio, asirse a un cabo que lo salve del naufragio. 

 (Agencia OPI Santa Cruz)

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