viernes, 28 de febrero de 2014

Un ajuste mal hecho y de dudosa duración







Por  | LA NACION


 La palabra ajuste suena como la peste en economía. En la visión popular y la demagogia populista, ajuste es sinónimo de perjudicar a la gente. De sumirla en la pobreza. En rigor, habría que ver bien qué se quiere decir con ajustar la economía. Por ejemplo, si el sector público tiene déficit fiscal y se lo quiere eliminar caben dos opciones: a) bajar el gasto público (mala palabra para el léxico populista) o b) aumentar los impuestos (buena palabra para el léxico progre populista).

 Dependiendo de qué tipo de ajuste se implemente, se afecta a un sector u otro de la economía.
 
Lo cierto es que el Gobierno, al chocar contra la realidad, está haciendo un ajuste, entendiendo por tal subir la tasa de interés, retirar liquidez del mercado colocando letras y bonos del BCRA (en lo que va del año el Banco Central absorbió por esta vía $ 56.613 millones), forzar subas de salarios nominales por debajo de la tasa de inflación y hacer un corrección marginal del tipo de cambio oficial. Y digo marginal porque lejos está el actual tipo de cambio de recuperar la caída del tipo de cambio real de todos estos años.

Por lo que uno puede inferir de las medidas que van improvisando todos los días, el objetivo sería hacer un ajuste lo más suave posible y tratar de arreglar con los acreedores externos para poder acceder nuevamente al mercado voluntario de deuda en el exterior, de manera de salir de la apremiante situación que hoy muestran las reservas del BCRA.


Dependiendo de qué tipo de ajuste se implemente, se afecta a un sector u otro de la economía

La otra opción que tenía el Gobierno consistía en seguir con la fiesta populista y terminar en una inflación más aguda que la actual, cayendo igual en la recesión.
Pero el interrogante que surge es si, aun comiéndose el sapo de ir en contra del relato, le alcanza con lo que está haciendo para evitar una crisis económica y social.

Siendo que la fiesta de consumo artificial fue el instrumento predilecto del Gobierno para ganar el apoyo popular, ahora, de golpe, tiene que decirle a la gente que esa fiesta se acabó y que todos tienen que consumir menos. El segundo problema es la lógica económica que argumentaba el Gobierno para estimular el consumo interno, que consistía en que como la gente consumía más las empresas producían más y al producirse más se crecía. Por momentos decían que ese mayor consumo llevaba a más inversiones, y por momentos se quejaban porque las empresas subían los precios en vez de invertir. Es decir, acomodaban el tema inversiones de acuerdo a las necesidades del relato en cada momento.

De manera que, si el corazón del "modelo" era que la gente consumiera más para que se produjera más y así se crecía, la pregunta es: ¿y ahora con qué van a crecer? Si el salario se ajusta por debajo de la inflación el consumo caerá, las empresas venderán y producirán menos y del "crecimiento" pasamos derecho a la recesión, sin estar seguros que con esto se solucione el problema inflacionario. ¿Por qué? Porque si no bajan el gasto público, el menor nivel de actividad generará menos recursos tributarios, el déficit fiscal seguirá su curso y el Central tendrá que emitir para cubrir el rojo fiscal. Es decir, volvemos al impuesto inflacionario pero en un contexto de recesión.


¿Alguien en su sano juicio cree que porque se le pague a Repsol y se arregle con el Club de París alguien va a invertir en la Argentina con el cepo cambiario que no permite girar utilidades y dividendos?

Claro que la opción que tiene el BCRA es emitir para financiar al tesoro y luego retirar pesos del mercado colocando deuda de corto plazo como viene haciéndolo. En lo que va del año, el Central incrementó su deuda en $ 56.613 millones. Al 14 de febrero el stock de Lebacs, Nobacs y pases netos representaban el 45% de la base monetaria. Es deuda que paga intereses y en el futuro habrá que emitir moneda para pagar esos intereses porque son una pérdida para el BCRA. Es decir, la opción es cambiar impuesto inflacionario por endeudamiento del Central, que no es otra cosa que un crecimiento de sus pérdidas y explosión inflacionaria futura.

¿Alguien en su sano juicio cree que porque se le pague a Repsol y se arregle con el Club de París alguien va a invertir en la Argentina con el cepo cambiario que no permite girar utilidades y dividendos? 

¿Alguien sueña que vendrán inversiones con la amenaza de meter preso a los empresarios que a juicio del funcionario público está "especulando" con las mercaderías, o aplicarles una multa y que después hagan juicio o directamente confiscarles la mercadería? Aun solucionando los problemas con Repsol, el Club de París y los holdouts, lejos estamos de lograr un tsunami de inversiones que compense la caída en la actividad por la baja en el consumo que se viene.

Finalmente, el ajuste marginal del tipo de cambio no cambiará tanto la situación como para que las exportaciones funcionen como el gran motor de crecimiento que reemplace el consumo y la casi nula inversión. Y ojo con Brasil que ya no es una locomotora para Argentina.


Y ojo con Brasil que ya no es una locomotora para Argentina

De lo anterior se desprende que el Gobierno seguramente continuará con su relato de las bondades del modelo, aunque en los hechos la sola realidad le impide seguir con la fiesta populista. Viene épocas de vacas flacas. Si el Gobierno hace todo este ajuste mal hecho, en forma desordenada y siempre sin comprender la relación entre calidad institucional y crecimiento económico, mi duda es si no están cambiando una crisis de explosión inflacionaria por una implosión económica y social debido a la recesión con inflación que tenemos por delante.

Dicho de otra manera, siguen emparchando la economía. Los parches duran cada vez menos, pero ahora tienen la esperanza que este nuevo parche dure más.

Como las inconsistencias siguen, mi sugerencia al Gobierno sería la siguiente: cuidado, que estos artificios financieros y cambiarios para emparchar los modelos populistas pueden saltar en el momento menos pensado y por la causa menos sospechada. Nunca los artificios financieros y cambiarios pueden sustituir sanas instituciones, disciplina monetaria y fiscal, que es lo que un país necesita para crecer en serio.

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