domingo, 30 de marzo de 2014

Las cosas por su nombre: tarifazo


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LA COLUMNA DE LA SEMANA

Las cosas por su nombre: tarifazo

Por Luis Domenianni

“Esto no es un tarifazo sino una reducción de subsidios diferencial” fueron las palabras del semántico Axel Kicilof para explicarles a millones de argentinos que van a pagar más por el agua y por el gas de red. A su vez, Jorge Capitanich dijo que la medida “implica un efecto redistributivo” y que su incidencia “será insignificante”. 

Por su parte, la presidente de la República, navegando entre las nubes de Úbeda, se refirió al aumento de tarifas con referencias “a los aires acondicionados de su madre”, a su sentimiento de “madre de todos los argentinos”, al “alfajor Fantoche” y su silueta, y a la temperatura en el hospital de Roma donde la atendieron de “su esguince”.

Todo esto, lo de Kicilof, Capitanich y Kirchner, para no decir: “Señores y señoras, arrancó el tarifazo” y punto.

Pero no, hay que maquillar, disfrazar, travestir, disimular, transfigurar, decorar o lo que fuese para no decir la verdad. Para no llamar las cosas por su nombre. Para no reconocer el absoluto y total fracaso de una política económica a la que ahora hay que trastocar en 180 grados para evitar la bancarrota. O sea para impedir que el país se quede sin reservas en divisas.

Y claro, se trata de un tarifazo que recién comienza. Que continuará en cualquier momento con las tarifas eléctricas y luego con las del transporte, aunque ahora Florencio Randazzo diga lo contrario en aras de su hipotética candidatura presidencial. Que crecerá en las ya modificadas de gas y agua de red. Por eso lo de “arrancó”. Aquí no termina, ni mucho menos.

Son los precios que hay que pagar por la fiesta K. Esa fiesta que terminó para todos, menos para los propios K, que siguen accediendo a los empleos y conchabos del Estado como si el gasto público pudiese continuar tal como está o solo disminuir por la vía de las tarifas.

De paso resulta cuando menos un insulto a la inteligencia el argumento del pobre Capitanich –no en el sentido económico del término- cuando arguye una justificación del tarifazo por los reclamos opositores.

Capitanich sabe que nadie quiere un tarifazo. Que durante años se le dijo al gobierno que debía cambiar la política económica para no caer, precisamente, en el tarifazo, ni en la devaluación, ni en la inflación, ni en la recesión. Que se trataba de advertencias para que esto no pase.

La respuesta siempre era que no iba a pasar. Y ahora pasó. Entonces que Capitanich no mire ni para los costados, ni para atrás. Que se mire a sí mismo y a los K. Que, al menos, tenga coraje para hablar con la verdad. Si, perdón, es pedir peras al olmo.

Chau nunca menos

¿Qué quedó de aquel “nunca menos”? Pues quedó la inflación a la que no frena ni la recesión, quedó la devaluación, quedó el tarifazo, quedó el impuestazo para pagar la fiesta, queda ahora el retraso salarial so pena de perder puestos de trabajo, quedaron las estadísticas falsificadas, quedaron las deudas impagas con el mundo. 

Peor, imposible. Porque aún si cualquier comparación con el 2001 muestra una situación mucho menos complicada, por aquel entonces las condiciones internacionales desfavorecían a la Argentina. 

Con el kirchnerismo, en cambio, se produjo la gran demanda china de soja y el fuerte crecimiento brasileño, hechos que permitieron aquella bonanza de los primeros años K.

Pero no pasó mucho tiempo para que la bonanza fuese herida de muerte. Y fue Néstor Kirchner quién disparó el tiro. Fue su concepto, acerca del consumo como único generador de crecimiento económico, el balazo que liquidó el posible círculo virtuoso de la economía argentina.

Porque el círculo virtuoso, acá, en la China y en el mundo es la trilogía inversión, producción, empleo. Y la consecuencia natural de esa trilogía es innovación, productividad, competitividad interna y, sobre todo, externa. Así, crece el consumo real. No el ficticio que se produce como consecuencia de subsidios que nadie ignora que son imposibles de mantener en el tiempo.

Sí, el Estado tiene un rol en la economía. Un doble rol: el de no interferir en los procesos productivos y el de evitar o poner freno a las distorsiones que siempre acontecen en un proceso productivo capitalista. Y punto.

La cuestión social que el Estado debe atender pasa por otro lado. Tan es así que los subsidios sobre las tarifas públicas en prácticamente nada beneficiaban a los carenciados, mientras que como consecuencia del gasto público que generan, resultó imposible incrementar, por ejemplo, los planes cooperativistas que continúan en poco más de 2.000 pesos mensuales, sin actualización.

Salarios

            Y el ajuste sigue por los salarios. La reciente firma del convenio de la Unión Obrera Metalúrgica por el 29,6 por ciento de aumento es indicativo de la situación.

            Obviamente, se trata de un incremento por debajo de la inflación. Por lo tanto, consagra una pérdida de poder adquisitivo del salario. Pero además fue firmado antes del tarifazo de agua y gas de red y, por supuesto, que los venideros de la electricidad y el transporte. Ergo, el retraso frente a la inflación es aún mayor.

            ¿Por qué, entonces, la UOM firmó? Por varias razones, algunas de ellas políticas. Como por ejemplo la cercanía de su titular, Antonio Caló, con el gobierno. Es el jefe de la CGT oficialista. Otras, sindicales, como el compromiso empresario de un aporte extra de 400 pesos en ocho cuotas, por empleado, para la obra social.

            Pero, fundamentalmente, la razón principal es la recesión. La parte no escrita del convenio es el compromiso empresarial de no despedir trabajadores a cambio del retraso salarial. Y es el gobierno nacional y popular –nac and pop- el que muestra su satisfacción –además del apriete previo- por la firma de un convenio que reduce los salarios reales y que, llegado el caso, no impedirá los despidos.

            Otro cantar es la cuestión docente.

            Parece mentira que a esta altura del partido todavía alguien pretenda echar culpas sobre los maestros por su “irresponsabilidad social” por realizar paros. Y, para peor “justo cuando comienzan las clases”.

            A ver, dejémonos de hipocresías, los maestros, los profesores y los no docentes son asalariados. Por tanto, discuten sus salarios con las mismas armas que cualquier otro gremio. No puede ser que sigamos en este país esbozando una sonrisa cómplice cuando el paro es del transporte así no vamos a trabajar y una cara larga e indignada cuando la huelga es de los maestros porque no sabemos qué hacer con los chicos en casa.

            En cuanto a la responsabilidad frente a los alumnos, cuando menos es una responsabilidad compartida ¿O el estado –como el bonaerense- que persigue el deterioro del salario docente frente a la inflación es inocente?

            Después claro se deben hacer otras consideraciones. Como por ejemplo la modificación del estatuto docente que consagra el abuso en faltas y licencias, que representa un fuerte incremento del gasto público provincial por la necesidad de suplencias y suplencias de las suplencias y que conspira contra la calidad educativa.

Pero ese es otro cantar que no tiene que ver con el salario. Tras casi once años de kirchnerismo donde no fue resuelto, ni tratado, no se puede colocar sobre la mesa cuando aprieta un paro, para luego sepultarlo no vaya a ser que se pierda algún voto del magisterio.

También está la cuestión política. La de la interna sindical con el avance de la izquierda por sobre el kirchnerismo. Y la del propio kirchnerismo que domina casi todas las conducciones sindicales de los maestros de la provincia de Buenos Aires y las usa como ariete contra Daniel Scioli.

Finalmente, los maestros bonaerenses acordaron un incremento salarial superior al 30 por ciento en una escala que alcanza hasta el 38 por ciento.

Scioli

Entonces ¿Está todo bien? No está todo mal. Porque el incremento representa un incremento del gasto en el presupuesto provincial del orden del 12,5 por ciento… que nadie sabe de donde va a salir. Agravado porque aún faltan los incrementos de otros agentes del estado provincial.

¿Scioli va a incrementar impuestos? Por supuesto, sus voceros dicen que de ninguna manera. Como si hasta el momento no hubiese llevado la presión tributaria a niveles record. Aseguran que van a lanzar una moratoria sobre los impuestos provinciales para lograr una recaudación extra de 3.600 millones de pesos que, obviamente, no se llamará moratoria sino…”inclusión tributaria”. Ay, ay, ay… las cosas por su nombre.

Claro moratoria suena injusto. Y suena injusto porque es injusto. Se embroma el que pagó en término. Se beneficia el que no lo hizo. Es la inclusión tributaria K, versión amor y paz Scioli. También se piensa en un bono que, para ser colocado, deberá ofrecer un altísimo interés. O sea en una deuda que pagaremos todos los contribuyentes bonaerenses.

¿A cuánto asciende el desfasaje? Cuando menos a 30.000 millones de pesos. Es decir a una sexta parte del presupuesto provincial. Y pensar que no son pocos quienes ven a este mal administrador como presidente de la República.

Una de los atributos necesarios para ser presidente de la República es coraje. Prudencia, claro. Moderacion, por supuesto. Pero además coraje y firmeza.

Reflexionemos. El paro docente que finaliza mañana significó casi 20 días de pérdida de clases. Veinte días para que los gremialistas lograran un triunfo en toda la línea. Veinte días para que Scioli les concediese sus demandas, sin ninguna contrapartida. Ni cae el pago de los días no trabajados, ni se recuperan los días de clase perdidos.

¿Cuál puede ser la razón para que no haya contrapartidas? La única posible es el reconocimiento por parte del gobierno de lo justo del reclamo docente y de sus posibilidades financieras de hacerle frente.

Y si esto es así ¿Por qué tardó Scioli casi veinte días en acordar? ¿No es entonces él el responsable de la pérdida de los días de clase? Lo más parecido a un mal gobernante.

No, si el paro era injusto o, aun siendo justo no se podía pagar, entonces hacía falta coraje y firmeza para derrotarlo. Y coraje y firmeza es aguantar el chubasco. Es “bancar” que no haya clases pero como contrapartida descontar los días de paro. Entonces, inevitablemente, el paro se quiebra. Es no ser pusilánime. 

Es, en definitiva, pensar más en la educación de los niños y los adolescentes y menos, pero bastante menos, en la propia candidatura presidencial.

El cupón

            Todo andaba bárbaro en la Argentina. El país crecía a tasas chinas. En el imaginario oficial y en el consecuente relato no existían ni asomos de recesión. Lo mismo que cuando, hasta hace dos meses, la inflación era inexistente.

            El INDEK aseguraba con los mismos impresentables y desvergonzados funcionarios que aún lo encabezan que el crecimiento del Producto Bruto Interno, medido anualmente, era del 4,9 por ciento.

            Y si esto era así, entonces había que pagar algo más de 3.000 millones de dólares a los tenedores de bonos canjeados de la deuda externa argentina, el llamado cupón PBI, uno de los ganchos que se usaron para canjear los bonos anteriores en default, que establece un pago adicional anual si el PBI crece por encima del 3,2 por ciento anual.

            Por supuesto que se trataba de otra mentira del INDEK. El PBI argentino real en el 2013 difícilmente superó el 2 por ciento. Entonces, este embuste del relato K iba a costarle al país –a nosotros- 3.600 millones de dólares.

            Justo cuando las reservas a duras penas se mantienen gracias a unos malabares del presidente del Banco Central había que regalar 3.600 millones. Claro, buena parte de esos bonos fueron adquiridos por funcionarios y capitalistas amigos recientemente para aprovechar los 3.600 millones.

            Pero el presidente del Banco Central se puso firme. O se revisaba la estadística o él se iba con denuncia pública. Y entonces marcha atrás. Por arte de magia, y en una medición de las últimas 24 horas, el crecimiento del PBI se cayó casi a la mitad. Del 4,9 por ciento pasó al 3 por ciento, justo dos décimas por debajo del fatídico 3,2.

            ¡Ah! ¡Qué alivio! No hay que pagar. Sí, claro. Y la credibilidad argentina… por el séptimo subsuelo. Y las negociaciones con el Club de Paris, los bonistas que no entraron en el canje, las empresas en el CIADI, sí obvio, ahora son un poco más difíciles.

            Bueno pero no importa. Por una vez, los propios K quedaron atrapados en su mentira con los bonos que compraron. No. No hay que ser inocente. Los K que compraron bonos, los vendieron a precio altísimo –cuando todavía era posible la distribución de los 3.600 millones de dólares- antes del 3 por ciento no pagador.

            ¿Qué cómo estaban enterados? Intuición pura…

            Y los que les compraron bonos. No son gente común. Son ricos, son bancos, son financiaras. En fin, esperemos que la venganza no sea terrible.
Crimea

            Decididamente esta señora que gobierna el país solo debe abrir la boca para hablar de los aires acondicionados de su mamá o del alfajor Fantoche, porque cuando habla de otros temas, en particular de política exterior, es una máquina de cometer errores.

            Cristina Kirchner felicitó al presidente de Rusia, Vladimir Putin, y Vladimir Putin se lo agradeció, por el proceso de referéndum y anexión de la península de Crimea.
            Sobre actuada, Cristina Kirchner quiso parecer perspicaz. Los occidentales, particularmente los británicos, que se oponían al referéndum en Crimea apoyaron el referéndum en Malvinas. Fue un algo así como “acá, los agarré”.

            En rigor, y como no podía ser de otra manera en esta ególatra y opinóloga presidente, la lectura en el mundo fue la contraria ¿Por qué la presidente argentina que se niega a aceptar el referéndum en Malvinas apoya el referéndum en Crimea? ¿Por qué la presidente argentina que acepta y valora en Crimea la autodeterminación de los pueblos por encima de la intangibilidad de las fronteras, en Malvinas busca lo contrario? 

            Y, porque, habla mucho y sabe poco, vio… Y además porque se rodea de inútiles como el “mamarracho” Timerman. Y porque si se tomase el trabajo de ilustrarse algo, hubiese leído que Vladimir Putin justificaba su acción en Crimea, en parangón con aquello que los occidentales hicieron en Serbia cuando llamaron a referéndum sobre la independencia de la región de Kosovo.

            O sea Putin hizo lo de Crimea porque los occidentales lo hicieron en Kosovo que es lo mismo que los británicos hicieron en Malvinas ¿Entendió señora presidente? 

Muchas gracias a nuestro AMIGO M.M. por el envío.

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