domingo, 30 de marzo de 2014

Pasar la tormenta del ajuste, el principal objetivo del gobierno





marzo 30, 2014
 
 
 
 
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El corrimiento del escenario internacional a partir de la crisis en Crimea y, en mucho menor medida, por el conflicto venezolano, está produciendo sus efectos en el posicionamiento del gobierno. CFK apareció en una pública coincidencia con Vladimir Putin, hoy el principal impulsor de una segunda guerra fría que sólo puede echarse a rodar si se profundizan los vínculos entre Moscú y Beijing. Y el régimen chino es el principal comprador de commodities argentinos. Este escenario les hubiera permitido lucirse a los Kirchner en tiempos de bonanza, cuando la recesión no golpeaba las puertas de la economía. 

Pero la nueva crisis de Rusia y China con los EEUU sorprende al kirchnerismo en un avanzado estado de debilidad que lo llevó a pactar con el FMI por el nuevo índice de precios, a cerrar una indemnización con Repsol y a buscar caminos para conversar un acuerdo con el Club de París. Por otra parte, el principal conflicto estratégico que hoy soporta el gobierno es el litigio que hoy se sustancia contra varios holdouts en los tribunales de Nueva York y en la Corte Suprema de los EEUU. 

De modo tal que la cancillería argentina no está en posición de alejarse seriamente de Washington. Y menos cuando el dirigente opositor que encabeza las encuestas, Sergio Massa, se está tomando muy en serio el transitar la agenda del establishment político y económico de los EEUU. De ahí que, dentro de lo posible, la presidente va tomando prudente distancia del régimen bolivariano y parece evitar los exabruptos que tantas veces le valieron la reacción de la prensa estadounidense. La influencia moderadora de Francisco es claramente el auxilio más importante de la Casa Rosada para conservar un alto margen de gobernabilidad, lo que no debería confundirse con la intención papal de apostar a la suerte electoral del kirchnerismo.

A su modo, el gobierno va buscando un perfil más moderado que le permita continuar con el ajuste, como lo hizo esta semana con la quita de subsidios, pero restándole volumen ideológico a sus maniobras. En este contexto, Daniel Scioli pudo sentarse esta semana a la derecha de la presidente y la conmemoración del 24 de marzo tuvo bajo perfil.

El punto de quiebre

 

Dentro de su escaso margen de maniobra y con encuestas que siguen apuntando a la baja, el gobierno apuesta a que el massismo empiece a implosionar por el protagonismo que pretenden tener en el mismo Hugo Moyano y Luis Barrionuevo, impulsores del paro del próximo 10. La expectativa oficial es que la tensión entre la vieja política y las propuestas renovadoras haga crisis en torno al intendente de Tigre, que tiene por costumbre ejercer un liderazgo ultrapersonalista. Por otra parte, la decisión estratégica del macrismo de no presentarse más públicamente como la centro derecha local le abrió al líder del PRO la posibilidad de acercarse al bloque no peronista encabezado por Hermes Binner, la UCR y Elisa Carrió. 

El no peronismo, como es obvio, sólo podría vencer en el 2015 ante un peronismo dividido, que es lo que hoy aparece en el horizonte. Los primeros cierres de paritarias importantes, con los metalúrgicos firmando por el 26,7% y el comienzo de solución con los docentes bonaerenses indican que, salvo un desborde cambiario, el gobierno no correría serios riesgos de un descontrol económico.

Esto no alcanza para despejar el interrogante de si Cristina, en su último año y medio de gestión, conservará el suficiente poder como para evitar una ruptura del oficialismo. Como están hoy las cosas, el único con encuestas lo suficientemente pesadas como para romper y provocar la licuación del cristinismo sería Scioli, cuyo estilo político excluye este tipo de toma de riesgos.

Es casi imposible también que otro gobernador opte por desafiar a la Casa Rosada en los próximos tiempos. La reconciliación forzada del cristinismo con el santacruceño Daniel Peralta es todo un ejemplo.

Crece así en el oficialismo la idea de un final de gestión gobernable y con resto suficiente de poder como para gravitar decididamente en el proceso electoral. Pero esta idea de final normal no incluye en modo la posibilidad de cumplir el otro requisito de las alternancias democráticas: la rendición de cuentas. El turbio episodio que envuelve a Carlos Zannini, su segundo Carlos Liuzzi y el juez Norberto Oyarbide es potencialmente más grave que el caso Boudou. Es que Zannini -y no el vicepresidente- es el eje de la toma de decisiones oficiales y el verdadero jefe de gabinete, ya que Jorge Capitanich parece seguir el mismo destino opaco que su antecesor Juan Manuel Abal Medina.

Con una economía más racional aunque también más difícil, la cuestión de la corrupción oficial va camino a convertirse en el eje del debate político, ya que cada vez habría menos diferencias en torno a que se debe acordar con los acreedores externos, transparentar los índices y volver a los mercados de crédito. La investigación judicial de la corrupción oficial, en cambio, divide aguas. Será, sin duda, la principal bandera del no peronismo con la excepción de Macri, que no enfatiza el punto. En cuanto a Massa, su condición de ex jefe de gabinete y ex director de la ANSES durante la primera presidencia de CFK lo coloca en una posición incomoda.
 

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