Jueves 26 de marzo de 2015
Por Carlos Berro Madero
El kirchnerismo, un régimen fanático sin
límites ni pudores, corrupto y TOTALMENTE IMPROVISADO, parece marchar por el
camino de una lenta agonía hacia su muerte.
La gente intuye, quizá por primera vez en estos
últimos años, que “el miedo es una prisión y la única libertad posible consiste
en poder liberarse del miedo” como dice Aung Su Kyi. El caso Nisman se ha
constituido en este sentido en un paradigma de rebelión social contra los
desmanes de un gobierno muy perverso.
También contribuye, probablemente, lo que está
ocurriendo en Brasil, donde se ha descubierto un fenomenal entramado de
corrupción oficial que dio comienzo al enjuiciamiento de los culpables; y en
Chile, donde los negocios espurios del hijo de Bachelet la golpean duramente.
Todo esto debería constituir una seria advertencia para todos los políticos del
continente.
Entre nosotros, se ha formado un vórtice que
amenaza tragarse al gobierno, a pesar de que algunas encuestas de opinión
(pagadas por él), les indican la vigencia de un “núcleo duro” (¿) de adhesión.
Tenemos la sospecha que son un mero subterfugio que pretende sostener las
especulaciones del kirchnerismo más ideologizado: La Cámpora y algunos residuos
antediluvianos de pasadas glorias santacruceñas que aún rodean a la Presidente,
como Parrilli, De Vido, Echegaray y Aníbal Fernández.
A ellos habría que sumar a ciertos gobernadores e
intendentes que reciben algún “diezmo” y temen quedar durmiendo a la intemperie
si ocurre un cambio de orientación política.
Solo dudan aún sobre sus preferencias algunos
ciudadanos del común. Sobre todo los que reciben subsidios humanitarios, que
seguramente cambiarán de bando apenas comprueben que sus conquistas no serán
canceladas en el futuro. Cuando ello ocurra, las fotos de Néstor y Cristina irán
a parar probablemente a un desván.
En Brighton Rock, el escritor inglés Graham
Greene, establece un diálogo entre dos personajes, uno de ellos (Rose), le
pregunta al otro (Pinkie): “Pero tú crees, ¿verdad? –implora-, tienes fe…” Y
responde Pinkie: ”Es la única cosa razonable. Esos ateos no saben nada.
Desde
luego, hay Infierno, llamas y condenación”. “Y
Cielo también” – interrumpe Rose con ansiedad, mientras la lluvia cae
implacable. “Oh, QUIZÁ –suspira Pinkie- QUIZÁ…”
Muy probablemente es éste el sentimiento interior
que embarga a los kirchneristas “residuales”, mientras insisten con un ridículo
discurso triunfalista.
“Ser MORTAL es un agobio específicamente humano”,
sostiene Fernando Savater al reflexionar sobre la fe, “porque sabemos con total
certeza que vamos a morir; que estamos programados para que ocurra, y que ello
constituye el desdichado corolario de nuestra vida, porque MORTAL NO ES EL QUE
MUERE, SINO EL QUE VE VENIR LA MUERTE…INCESANTEMENTE”.
A lo antedicho, nos gustaría agregar que en la
política en general, quienes sienten que la muerte los amenaza, padecen la
tentación desesperada de practicar todo tipo de atropellos sobre los demás, para
que parezca que están aplazando de alguna manera su propia destrucción. Eso es
lo que intentan hacer hoy Cristina Fernández y su exigua “troika” de leales,
posponiendo todas las medidas necesarias para enderezar una administración que
marcha a los tumbos, con el propósito inconfesado de dejar un “muerto” a quien
los suceda.
Son pocos los movimientos políticos sectarios “de
orden menor” (el kirchnerismo lo es, como antes lo fueron el alfonsinismo y el
menemismo), que perduran con la potencia de su apogeo; y casi todos mueren
finalmente porque se agotan EN SUS PROPIAS CIRCUNSTANCIAS. Los tiempos que
corren hoy en el mundo entero -imprevisible y presuroso hasta la náusea-, los
condenan entonces a vivir la soledad del final con angustia y rabia, mientras
ensayan, infructuosamente, ciertos maquillajes que les permitan
“rejuvenecerse”.
El gobierno parece decidido a recorrer un camino
de destrucción, para afectar a los opositores y a todos los que mantienen alguna
esperanza en un futuro diferente. El temor a quedarse con las manos vacías
después de haberlas tenido repletas de oportunidades, parece atenazar su
garganta.
También se ve en estos días la desesperación
visible de algunos adversarios, como Sergio Massa, que tratan de torcer su
“transitoriedad biológica”.
En el caso del intendente de Tigre -a diferencia
de otros casos como el de Macri y Scioli-, porque no tiene “amplitud de
territorio” que permita comprobar la validez de sus propuestas. O, peor aún, la
duda acerca de si no se alineará a último momento con el Frente para la Victoria
como un hijo pródigo posmoderno.
Quienes manejen mejor este escenario de “agonía
de lo efímero”, serán los triunfadores. Los “aparatos” partidarios están hoy muy
desprestigiados y tenemos la impresión que la gente votará sin hacer mayor caso
a las “componendas” políticas de las cúpulas, porque ve que se han transgredido
ciertos límites morales y esto ha colmado su capacidad de “absorción”
psicológica.
Vaya pues una advertencia para los opositores: si
las alianzas celebradas reivindicaran “repartijas” amañadas en la oscuridad sin
establecer un programa de gobierno explícito, es muy posible que el camino hacia
el cadalso se encuentre muy pronto poblado de postulantes. Y la agonía del sueño
imposible será vivida no solamente por el kirchnerismo, sino por toda una
generación política.
Sería bueno que quienes dudan aún, hablaran con
Dilma y Lula al respecto. Y, de paso, con el jaqueado y balbuceante ex chofer de
autobús Nicolás Maduro. Todos ellos al borde del abismo.
En la política, como en la vida, todo termina “en
su tiempo”; un tiempo que no necesariamente coincide con nuestra ansiedad
personal.
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