domingo, 29 de marzo de 2015

Un país en modo carpe diem



Domingo 29 de marzo de 2015 | Publicado en 
edición impresa


Por  |  Para LA NACION

Mientras gran parte de la clase media salía a la calle con carteles que decían "Yo soy Nisman", Lagomarsino levantó tímidamente una pancarta distinta: "Yo soy titular de la cuenta de Nisman". Y luego contó por qué su relación era "íntima": compartían CBU. Todos los meses el técnico informático debía depositarle al fiscal la mitad de su sueldo. La peor película había sido rodada: Secreto en la MontAMIA. A partir de entonces, en la consideración social ya no importó cuán seria era la denuncia de encubrimiento a Irán. La reputación del muerto estaba muerta y el marmolero recibió un llamado: "Mejor, hágale la más económica".
"¿Viste las fotos de Nisman tomando champagne con las minas, con la guita de la AMIA? Los guionistas de House of Cards deberían venir a la Argentina. Lo que ellos escriben es una boludez en comparación con lo nuestro."
La frase, pronunciada con una amplia sonrisa por un muchachón de más de 30 años sobre un colectivo de la línea 12, fue analizada por los forenses, que encontraron en ella dos patrones genéticos preocupantes: 1) orgullo de formar parte de un país transgresor e "inentendible" (la adolescente pretensión de ser únicos en algo) y 2) la oculta satisfacción de confirmar que está bien ser escépticos: con Nisman pidiéndole la mitad de su sueldo a Lagomarsino, el muchachón del colectivo se convence de que "hoy no existen superhéroes". Ya nadie "tiene vuelo". Eso, en el fondo, le resulta tranquilizador: si todo es lo mismo, no vale la pena esforzarse.
¿La bala que mató a Nisman rozó el corazón del Gobierno? Apenas. Ni para una curita. Según Poliarquía, a mediados de marzo la imagen positiva de la presidenta Cristina Kirchner llegaba a 40 puntos y la aprobación de su gestión, al 45%. Y Mariel Fornoni, de Management & Fit, explica que Cristina ya recuperó los cuatro puntos que había perdido aquel fatídico 18 de enero. No hubo fiscal tirado en el baño, ni cadena nacional en silla de ruedas, ni servicios de inteligencia desmadrados, ni Stiuso, ni denuncia de encubrimiento a Irán que impactara en la consideración que la mayoría tiene del Gobierno.
Tampoco hicieron mella las denuncias de Hotesur ni las habitaciones fantasma. Y lo más increíble: tampoco el 36% de inflación medida por la CTA "amiga" de Hugo Yasky. Para gran parte de los argentinos, no hay percepción de riesgo. Nisman, Hotesur, Lázaro Báez son "cosas de la televisión" que no se mezclan con la "vida real".
¿Cuál sería un problema "real"? Que haya pérdida de empleo. Casi todo lo demás -sobre todo a partir de la crisis de 2001- aparece como secundario y solucionable. La batalla cultural logró instalar en el inconsciente colectivo máximas tales como que "es preferible tener inflación que desocupación". Escépticos por el fracaso de los De la Rúa, que venían a proponer mayor calidad institucional, los argentinos aprendimos a bajar el techo de nuestras expectativas y a vivir, mientras se pueda, un carpe diem consumista. "Gastemos hoy. Mañana, Dios dirá." Nuestro pensamiento se volvió operativo concreto y no podemos futurizar: si no tenemos parientes que hayan perdido recientemente el empleo, entonces será que no hay problemas de empleo.
-¿Cuántos pobres tenemos, señor ministro de Economía?
La respuesta de esta semana fue sorpresiva: "Cuántos pobres hay es una pregunta bastante complicada. Yo no tengo el número de pobres, me parece que es una medida bastante estigmatizante".
Medirlos estigmatiza. Imaginate pesarlos.

Twitter: @diegosehinkman.

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