domingo, 31 de mayo de 2015

Gasto público: poniendo las barbas en remojo





Domingo 31 de mayo de 2015

 Por Roberto Cachanosky


Si algo necesita la economía argentina desesperadamente es una fenomenal reforma tributaria con una importante baja de la carga impositiva


El mes de marzo, sin contabilidad creativa, el resultado fiscal del sector público nacional, base caja, fue negativo en $ 34.400 millones, así el déficit fiscal creció el 99,5% con relación a marzo del año pasado y acumula un rojo de casi $ 73.000 millones en el primer trimestre, con lo cual el déficit fiscal del primer trimestre de 2015 aumentó el 120% con relación al primer trimestre de 2014.

Con el gasto público creciendo al 45% interanual y esta carga tributaria asfixiante, el candidato que diga que no va a bajar el gasto público si asume la presidencia, sea de la oposición o del oficialismo, sencillamente miente o piensa generar una fenomenal crisis económica. Peor que la que ahora estamos viviendo.

El desafío del próximo gobierno, si es que no quiere establecer una tiranía como la que pretende terminar de instaurar el kirchnerismo, no es solo volver a una democracia republicana sino también establecer cierta normalidad económica que le permita a la gente tener un horizonte de esperanza de crecimiento. De mayor bienestar económico.

Para lograr ese objetivo el próximo gobierno tiene que generar una verdadera catarata de inversiones en el sector real de la economía para crear nuevos puestos de trabajo. 

Digo que tiene que ser una catarata de puestos de trabajo porque el mercado laboral  tiene que absorber a todos los jóvenes que se incorporan anualmente, a los que hoy viven de los llamados subsidios sociales y a los 2 millones de personas que durante el kirchnerismo se conchabaron en el sector público nacional, provincial y municipal, figurando estadísticamente como ocupados pero que en realidad son desocupados porque no producen nada que necesite la gente. Esos 2 millones, más los que estaban de antes y sobraban tienen que pasar a hacer algo productivos en el sector privado.

Ahora bien, el desafío de establecer una cierta normalidad económica y atraer una catarata de inversiones implica terminar con la inflación y para eso se necesita tener disciplina monetaria. Pero para tener disciplina monetaria hay que tener disciplina fiscal. Con altas tasas de inflación como las que tenemos actualmente no es posible pensar en inversiones porque no es viable el cálculo económico; es decir, estimar ingresos y gastos futuros y posible rentabilidad de un proyecto de inversión.

De manera que para poder ofrecerle a la gente oportunidades de trabajo hacen falta inversiones. Para que vengan las inversiones, entre otras condiciones, se requiere de estabilidad monetaria. Terminar o reducir notablemente la inflación. Para bajar la inflación hace falta eliminar o bajar fuertemente el déficit fiscal. Y aquí viene el problema de fondo. ¿Cómo se elimina el déficit fiscal? Una opción es subiendo la carga tributaria, otra es bajando el gasto público y una tercera es haciendo una mezcla de las dos primeras.

La realidad es que este gobierno ha hecho tal desastre con el aumento del gasto y ha llevado a niveles tan insoportables la carga tributaria, que no luce viable ni siquiera una mezcla de baja del gasto con suba de impuestos. El gran desafío del próximo gobierno es bajar el déficit fiscal y, al mismo tiempo, disminuir la carga tributaria. Solo los k pueden pensar en aumentarles la carga tributaria a las personas y empresas.

 Cualquier otro próximo gobierno medianamente sensato sabe que ni por casualidad puede subirles ganancias a las personas físicas o aplicarle cualquier otro impuesto.
Si de empresas se trata, es impensable atraer inversiones para crear puestos de trabajo subiéndoles más la carga impositiva. Hoy las empresas pagan impuestos a las ganancias sobre utilidades inexistentes. Es decir, pagan el impuesto a las ganancias sobre su stock de capital.

Además, está el impresentable impuesto al cheque, los derechos de exportación, el inconstitucional impuesto a los bienes personales y el listado sigue. Si algo necesita la economía argentina desesperadamente es una fenomenal reforma tributaria con una importante baja de la carga impositiva. Un sistema tributario sencillo, donde muchos paguen un monto reducido de impuestos.

Si el próximo gobierno no quiere bajar el gasto público, tendrá que pensar en otras formas de financiar el déficit fiscal si es que no quiere disparar la inflación más de lo que ya se ha disparado. Las opciones que quedan no son tantas. Puede intentar captar crédito en el mercado interno elevando la tasa de interés, desestimulando las inversiones que debería atraer y profundizando la recesión. Al profundizar la recesión cae más la recaudación y sin baja del gasto público el déficit fiscal se agranda.

La otra opción es tomar crédito externo. Para eso tiene que, por un lado resolver el problema de la deuda externa que deja pendiente el kirchnerismo, y por otro lado tener presente que financiar el déficit fiscal con deuda externa es pan para hoy y hambre para mañana. El mañana siempre llega y la cuenta hay que pagarla.

Finalmente solo le quedaría al próximo gobierno consumir más stock de capital existente en infraestructura. Rutas, sistema energético, puertos, etc. Hoy no queda mucho por consumir.

En definitiva, en estos 12 años el kirchnerismo hay hecho estragos en el flanco fiscal. Tanto disparando el gasto público como matando a la gente con impuestos. Si en 12 años el kirchnerismo hizo el desastre fiscal que hizo, es de imaginar que en lo que resta de 2015 haga un verdadero destrozo para dejarle un flor de lío al próximo gobierno. Así que nada positivo podemos esperar de este gobierno en materia fiscal para el final de su mandato.


Se entiende que los candidatos opositores no lo puedan decir en su campaña política para no perder votos, pero los economistas independientes podemos afirmar que con los números fiscales de marzo  los que se acumularon en 12 nefastos años de populismo desenfrenado, el próximo gobierno tiene que empezar a poner las barbas en remojo, porque arreglar este lío sin bajar el gasto público es tan mentiroso como los inexistentes éxitos del relato k de su modelo.

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