domingo, 28 de junio de 2015

EN REALIDAD, NO SABEMOS QUÉ ESTÁ PASANDO

25 de Junio del año 2006 - 1330

En realidad, no sabemos qué está pasando y menos aún, qué pasará si lo que realmente pasa y no lo sabemos, sigue moviéndose como hasta ahora. Tampoco sabemos, realmente, quién es quién, en el fondo, ni qué se proponen los que mueven los hilos del poder, ni quiénes son los que aparecen como opositores, ni qué intentan verdaderamente, ni qué piensa el hombre de la calle que vive absorto en sus pequeños asuntos pero dentro de un contexto que lo afecta por todas partes sin que parezca darse cuenta.  En la argentina, en la Iglesia  Católica y en el mundo somos como hojas otoñales llevadas de aquí para allá por vientos que no sabemos de donde vienen ni adonde van. Los diarios se dedican a desinformarnos de manera que cuanto más se los lee, menos se sabe. 

Lo que no sabemos, sin embargo, no es tan importante como lo que sí sabemos o deberíamos saber, o sea, las verdades de la Fe y los primeros principios de la inteligencia. También sabemos con una muy alta probabilidad de veracidad, todo aquello que se deduce inmediatamente de esas verdades, con la ayuda del sentido común y de la experiencia personal e histórica. A partir de ese conocimiento podríamos conjeturar lo que realmente pasa y lo que pasará en base a los pocos datos que podemos conocer. 

¿Lo hacemos? No. Consecuentemente, entre el ocultamiento de sus actos y de sus identidades por parte de los poderosos y nuestro abandono de las verdades de la Fe y de la inteligencia, junto con el desuso de nuestra inteligencia para deducir y juzgar, somos realmente una generación que no actúa, que se deja llevar, que se somete y que no puede pretender otra cosa que la esclavitud y la incertidumbre. La libertad de movimientos que, hasta cierto punto, nuestros amos todavía nos permiten, puede hacernos creer que somos libres. Pero hasta los presos tienen alguna libertad dentro de los límites angostos de la cárcel.

El síntoma innegable de que esta es nuestra situación exterior e interior es la total inercia en que vivimos. Lo humano, lo lógico sería intentar averiguar quien manda, qué pasa, qué pretenden, qué nos espera y luchar para que la sociedad dentro de la cual vivimos nos ayude a ser mejores y a gozar de los bienes que Dios ha creado para nosotros de modo tal que al fin de nuestra vida podamos ir al Cielo. Y si se presentan obstáculos contra esa acción, que luchemos contra ellos sin distraernos en quejas inconducentes.

Pero no es así. En la Iglesia, que es lo más importante, nos sometemos más de lo que manda la doctrina católica a un Papa que da continuamente escándalos pervirtiendo así nuestros criterios religiosos; en política mundial, nos desinteresamos de los horrores que ocurren por todas partes y en lo nacional, nos dejamos llevar por las maniobras equívocas de una banda de facinerosos que tienen la obvia intención de instaurar un Estado comunista en el país y que no son los que aparecen como protagonistas visibles de esta política. Estos son apenas unos títeres despreciables que se mueven en un escenario artificial. Lo único que ellos tienen de propio es su vulgaridad, su costumbre de robar y sus arraigados resentimientos.

Deberíamos usar la cabeza y la voluntad para reaccionar contra todo eso con la misma energía, por lo menos, con que la izquierda se levanta cada vez que alguien propone algo contra su política de odio. Vea con que tenacidad implacable se movilizan contra los militares a los que acusan de haber violado los "derechos humanos" para mantenerlos encadenados contra todo Derecho o cuando alguien propone algo en contra del aborto o contra el igualitarismo o contra el homosexualismo insolente. Ellos tienen muy claras sus falsas ideas y son feroces al defenderlas. No ahorran esfuerzos para aplastar a la "derecha" que se les oponga.

Pero la "derecha" no existe mientras que la izquierda no sólo existe sino que todo lo domina, desde la Santa Sede hasta el último municipio de manera que nuestra reacción debería ser mucho más inmediata, enérgica y decidida. En eso nos va la vida del alma y del cuerpo. Pero no. No reaccionamos y dejamos hacer y nos conformamos con leer las quejas frívolas de los “comentadores” de Internet que no nos comprometen a nada y que funcionan como un narcótico para  nuestro deber de pensar.

Hay “comentadores” para todos los gustos. Sólo coinciden en aceptar que la situación es como los diarios la relatan, en hacer famosos a los infames, en que lo malo del asunto es que son todos ladrones y en que “La botella al mar” no existe. Los comentadores liberales son los más insidiosos en esto último y están empeñados en darle el poder a Macri esgrimiendo, en el menos deshonesto de los casos, la teoría del “mal menor”. En realidad,  lo hacen porque coinciden, como liberales que son, en la total inmoralidad de su política atea, homosexualista y abortista.

Hace pocos días una comentarista liberal, adulada luminaria "antikirchnerista" (que según dice ella es asesora política de empresarios que le pagan por eso, aunque no den un peso  para acabar con este sistema político de muerte) tuvo el poco tino de escribir:

“Aquellos que consideran que no hay alternativa válida porque su vértice esta puesto más arriba de lo que se ofrece en el mercado electoral pueden ocasionar, involuntariamente quizás, más daño que los que pretenden la perpetuidad de la ignominia actual.”

Es decir, negarse a votar por el peronista inmoral llamado Macri en nombre de un ideal superior sería más dañino que ser “kirchnerista”. Y pasa este “chivo” “machista” con insidia porque esa comentarista prefiere al “kirchnerismo” antes que el ideal de una resistencia organizada por los buenos patriotas contra la continua degradación de la Patria y porque la elección de un Macri haría menos culpable la continua negativa de los liberales como ella, a unirse con parias como nosotros, los católicos tradicionalistas. (Al dictar esa sentencia, ¿no se le ocurre pensar por qué el "kirchnerismo" hace todo para favorecer a Macri?).

La verdad es que al cabo de los años mis ilusiones de que existan liberales no fanatizados han desaparecido de manera que, realmente, aunque no he perdido la esperanza de que una resistencia es posible si todos nos unimos contra la “dirigencia” corrupta, inepta y comunistoide, ya no creo que los liberales sean aliados aceptables ni confiables.
 
Lamento no tener otro medio de comunicación que Internet porque me desagrada profundamente mezclarme con el tropel de esos comentadores que confunden y engañan y, sobre todo lamento no tener fuerza material para argumentar con cañonazos, en vez de con palabras que se las lleva el tiempo sin dejar rastros. Todo lo que tengo que decir ya está dicho, pero nada de lo que quisiera hacer está hecho.

Cosme Beccar Varela  


El presente artículo del Dr. Cosme Beccar Varela, es publicado en La Misère Porc por gentileza de su autor.

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