martes, 29 de septiembre de 2015

ESTELA SE ESCRIBE CON K.


LE DOY MI PALABRA

EDITORIAL DE ALFREDO LEUCO DEL DIA 24 DE SEPTIEMBRE 2015


Es muy triste el verticalismo obsecuente que asumió Estela Carlotto. La subordinación a la que Cristina sometió a la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo es la expresión máxima de la profanación que este gobierno cometió con los derechos humanos. Así lo planteo desde la tapa de mi libro “Juicio y castigo”. Esa profanación asumió varias formas. La más grave de todas es la que manchó con el dinero negro de la corrupción el pañuelo blanco de Hebe Bonafini. Su concubinato bizarro de negociados con los hermanos Schoklender y la estatización de las deudas de la Universidad fueron los momentos más terribles. Más pesadillas que sueños compartidos.

Pero el daño más grande que los Kirchner hicieron a los organismos de derechos humanos fue vaciarlos de contenido ecuménico y ponerles la camiseta partidaria. Los derechos humanos en esta docena de años dejaron de ser un activo de todos los argentinos y una lucha colectiva y pasaron a ser una bandera de una agrupación que milita en el peronismo. Achicaron sus posibilidades. Segmentaron su futuro. Hicieron sectario y excluyente un tema que era de todos.

Ya nunca más ningún humanista independiente podrá marchar con las madres o abuelas sin ser mirado como un kirchnerista. Tal vez los Kirchner hicieron esto por conveniencia política. Para utilizar el tema como escudo ante la mega corrupción de estado que instalaron. O tal vez lo hicieron como una forma de alardear de los que carecían. Porque se apropiaron del tema y lo sobreactuaron para ocultar que en su momento cuando las balas picaban cerca no movieron un dedo ni por los presos ni por los desaparecidos y jamás pidieron juicio, castigo y condena hasta que llegaron al gobierno nacional. Es también una forma de pagar sus culpas por haberse borrado en casi toda su vida.

Estela Carlotto es una víctima de esa operación que convirtió a las Abuelas en una agrupación más del kirchnerismo. Y ella, como líder que unificaba a muchos sectores se transformó en una dirigente partidaria obligada a defender lo indefendible y a ocultar lo inocultable. Llegó al extremo imperdonable de elogiar a un malandra de las dimensiones de Amado Boudou.

Por eso Estela jamás dijo una palabra solidaria sobre las víctimas del siniestro de la estación Once. Como parte de la responsabilidad de la masacre es de los funcionarios kirchneristas se llamó a un silencio que produce vergüenza ajena. ¿O los 52 muertos del tren no tienen derechos humanos? Lo mismo pasó con el tema de Cromagnón. Con la obsesión de defender a Anibal Ibarra llegó a decir barbaridades.

Calificó de “padres golpistas” a los familiares de los muertos en la mayor tragedia no natural de la historia argentina. Nilda Gómez, nos dijo con mucho dolor que repudiaban enérgicamente las palabras de Carlotto que dijo que los padres de Cromagnon solo buscaban venganza. Lideró la defensa de los músicos de Callejeros como si no tuvieran ninguna responsabilidad ante tanta muerte adolescente. “Si van presos yo voy con ellos”, llegó a decir. Una madre de Cromagnón levantó una pancarta que decía: “Estela andá preparando el bolso”. Nilda Gómez no es golpista ni derechista ni buitre. Siempre admiró a Estela pero pide lo mismo que pedía Estela: juicio, castigo y condena a los culpables de la muerte de sus hijos.

Pero no solamente esta postura demuestra lo jugada que está Estela en la  continuidad de esta docena de años. También vaticinó que Daniel Scioli será un presidente de transición hasta la llegada nuevamente de Cristina en el 2019.  Sigue soñando con una Cristina eterna igual que Diana Conti. No le importa lo que piensen miles y miles de argentinos que defienden los derechos humanos pero no simpatizan con Cristina. El daño que los Kirchner hicieron sobre las Madres y las Abuelas solo se repara generando desde lo más profundo de la sociedad nuevas organizaciones de derechos humanos que sean amplias, independientes y que incorporen todos los reclamos de la  sociedad sin distinción de banderías políticas.

Estela llegó a meterse en la interna de la interna y apoyó a Daniel Filmus y perdió estrepitosamente. Un símbolo no se puede someter a una interna. Es autolimitarse. Salió al cruce de Mirtha Legrand y dio que no va a ir nunca más a su programa cuando siempre fue tratada con respeto y consideración en las innumerables ocasiones en las que aprovechó el espacio para difundir sus reclamos.

 Parece que tiene que corregir los errores a los fue inducida por un fanatismo kirchnerista que cree en sus propia fabulaciones y que la agitó hasta hacerla utilizar la palabra “apropiadora” para referirse, aunque sin nombrarla a Ernestina Herrera de Noble. El delito repugnante de utilizar a los nietos como botín de guerra debería despertar la mayor rigurosidad a la hora de las acusaciones. Pero más grave fue lo de Cristina Fernández. Aquella vez en la ESMA cuando arriesgó su investidura al violar el principio de inocencia y la división de los poderes porque desde la tribuna acusó a la dueña de Clarín de “apropiadora”, casi como una expresión de deseo.

Ya se probó claramente que Marcela y Felipe no son hijos de desaparecidos. Elisa Carrió dijo en su momento que Cristina y Estela debían pedirles perdón a los jóvenes por tanto daño. Pero la realidad es que los más perjudicados, además de la familia de la presunta “apropiadora” fueron los organismos defensores de los derechos humanos que se sumaron a un ataque irresponsable y peligroso. Estela tiene todo el derecho del mundo a militar en La Cámpora si quiere. Pero ya no podrá hablar en nombre de los derechos humanos de toda la sociedad. Muchos familiares y luchadores no se sentirán representados. Y ese es el tamaño de la desilusión de tanta gente.

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