martes, 27 de octubre de 2015

Ya hay fuego entre los K y el sciolismo





27/10/15

Aníbal atribuyó parte de su derrota a la mala gestión de Scioli. Le apuntó también a Randazzo y a Domínguez. Massa recibió el correo de un intendente sciolista para negociar. “Decile que está loco”, respondió.

El kirchnerismo no ha salido todavía de su estado de shock. Cristina Fernández sigue recluida en el silencio. Aníbal Fernández y La Cámpora empezaron a disparar sus primeros fuegos por la derrota electoral, sobre todo en Buenos Aires, dirigidos hacia Daniel Scioli. 
El candidato K, luego de dormir apenas tres horas en la madrugada de ayer, intentó sorprender reapareciendo con un desafío a Mauricio Macri para un debate público. El ingeniero aceptó de inmediato y la burbuja se pinchó.

Scioli debe circular sobre un camino de cornisa para llegar con posibilidades al 22 de noviembre. Tal vez, su mayor problema no vayan a ser las curvas y los abismos que le pueda plantar sorpresivamente Macri. Aníbal se encargó, en ese sentido, de ofrecer la primera pista. Saludó el triunfo de la “señora Vidal” (María Eugenia) y adjudicó buena parte de los motivos de su derrota al fuego amigo. Un libreto que amasó con los militantes de La Cámpora el domingo por la noche en la soledad de un hotel céntrico entre café y riego de buena bebida, mientras en el Luna Park unos cientos de militantes asistían al funeral electoral.

Las municiones del jefe de Gabinete tuvieron tres blancos. El primero fue el propio Scioli. Según su óptica, el fracaso en Buenos Aires no habría obedecido únicamente a su pésima imagen. También, a las falencias de administración del gobernador. Reparó en lo ocurrido en La Plata donde el macrista Julio Garro aplastó a Pablo Bruera y se consagró nuevo intendente. Allí el sciolismo nunca pudo volver frente a la opinión pública de la trágica inundación de abril del 2013, cuando se produjeron 89 muertos, según el juez de esa ciudad, Luis Arias. El gobierno platense admitió sólo 51 víctimas. “Daniel no tuvo peor idea que subirse a un avión después de ganar las PASO, cuando Buenos Aires estaba inundada de nuevo”, se encargó de memorar Aníbal.

Los palos volaron también contra Florencio Randazzo, el ministro de Interior y Transporte, y Julián Domínguez, el titular de la Cámara de Diputados. El Frente para la Victoria perdió de modo sorpresivo en Chivilcoy, la tierra natal de Randazzo. El verdugo no fue allí un macrista. Guillermo Britos, que se quedó con la intendencia, responde a Sergio Massa. No fue la única mala noticia allí. Felipe Solá doblegó también a Aníbal. Y se sacó el gusto en el terruño de sus ancestros. El jefe de Gabinete acusa a Randazzo de no haber puesto energía en la campaña. El ministro de Interior, tal vez, no pudo olvidar hasta el domingo a la noche que Aníbal fue uno de los sepultureros delante de Cristina de su entusiasmo para enfrentar a Scioli en la interna del FpV.

Con Domínguez, en cambio, las cuitas tendrían otra espesura. Aunque el escrutinio también resultó desfavorable. Allí ganó la intendencia el postulante macrista, Víctor Aiola, y los laureles para la gobernación se los llevó Vidal. La intriga sería porque Aníbal perdió alrededor de un 6% del total de votos que el FpV había juntando en la interna que en agosto le ganó a Domínguez. El reproche sería similar al que cayó sobre Randazzo: supuesta falta de dedicación para apuntalar al jefe de Gabinete. También habían quedado en esa relación, como con Randazzo, algunos asuntos pendientes. Domínguez aceptó en aquella oportunidad la derrota presintiendo que había resultado estafado. Pero se tuvo que amordazar para no quedar emparentado con las denuncias que Macri y Solá derramaron sobre irregularidades en el escrutinio provincial. 
La Junta Electoral, en parte, terminó por darle la razón al ex gobernador.

Domínguez estuvo al lado de Scioli en la campaña mucho más que Aníbal. El gobernador intentó utilizarlo como un contrapeso por la carga pública que representó la mala imagen del quilmeño. Fue premiado con un hipotético ministerio de Industria para el próximo gobierno, que después del domingo quedó más lejos y deberá superar aún la prueba del balotaje.

Ese será, a lo mejor, otro de los replanteos a que estará obligado Scioli en las semanas que se avecinan. Diseñó un equipo de ministros para fortalecer su imagen y transmitir algún grado de autonomía. Imaginó captar de ese modo una tajada de electorado que lo hubiese permitido consagrarse en la primera vuelta. No consiguió ninguna de las tres cosas. Y fue señalado por los ultra K por su presunto “giro a la de derecha”.
 Quizás esa transmutación abrió la sinceridad de los intelectuales de Carta Abierta que confesaron que lo votarían con desgarro. ¿Lo habrán votado, de verdad?

Antes de revisar aquel elenco, el candidato K deberá ocupar su tiempo con otras prioridades. Estaría descartado cualquier esfuerzo postrero por diferenciarse de Cristina. Hasta podría ser tardío. Tampoco se lo permitiría Carlos Zannini, su compañero de fórmula. El único dirigente que pudo dialogar con la Presidenta desde que las elecciones del domingo se convirtieron en un episodio aciago para los K. Scioli trataría como prioridad recrear un clima favorable que se enrareció con la inesperada escalada de Macri y de Vidal.

La devastación bonaerense no sería un problema menor para él. Sobre todo en los bastiones del Conurbano, donde el macrismo desplazó a los viejos barones. ¿Quién se ocupará de nosotros?, interpeló el gobernador a su equipo de campaña.

Scioli repitió ayer su convocatoria a los indecisos. Incluso a los votantes de Margarita Stolbizer, Adolfo Rodríguez Saá y Nicolás del Caño. Una formalidad que ocultaría su interés por la verdadera presa: los más de 20 puntos que retuvo Massa.

Un intendente que está siempre al lado de Scioli le hizo llegar ayer mismo un mensaje al líder del Frente Renovador para entablar una negociación. La respuesta no resultó grata: “Decile que está loco”, contestó el diputado. El calificativo que empleó no fue exactamente ese. Siempre que le hablan del gobernador, vaya a saberse por qué, recuerda el robo que sufrió en su casa en vísperas de las legislativas del 2013.

Massa siente que posee un tesoro político. Pero el giro de la elección del domingo le habría concedido cotizaciones distintas. Valdría mucho más para Scioli que para Macri. El acortamiento de la diferencia y la impresionante barrida de Vidal en el principal distrito electoral harían suponer al macrismo que esos votos podrían fluir en noviembre con bastante naturalidad. Macri, pese a eso, tampoco se olvida de Massa.

El dirigente de Tigre no pretendería apresurarse. Para definir una postura se tomará su tiempo junto a su círculo rojo. Escuchará la opinión de los más íntimos colaboradores, como José Manuel de la Sota y recién después decidirá. Observados los resultados del domingo en dicha provincia, donde Macri arrasó, el gobernador desearía algún gesto simpático hacia él.
 
Massa establecería diez puntos de una agenda mínima y los pondrá a consideración de ambos candidatos. Pero no pareciera dispuesto a tomar partido franco por uno de ellos. 
Porque, con sentido común, entendería que sus votantes no poseerían ningún propietario. Aunque desearía instalar la idea, con un golpe de imagen, que desgranó el domingo. ¿Cuál? Que estaría comenzando en la Argentina un nuevo ciclo político. Habrá que ver con qué destreza la ejecuta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario