domingo, 29 de noviembre de 2015

La transición y los últimos manotazos de Cristina Kirchner

DOMINGO 29 DE NOVIEMBRE DE 2015


LA NACIONUna histórica foto que data de mediados del convulsionado año 1989 mostraba al entonces presidente Raúl Alfonsín y al mandatario electo Carlos Menem, de espaldas, caminando juntos por los jardines de la residencia de Olivos. Aquel testimonio, símbolo de convivencia democrática y cooperación política en momentos de una difícil transición, fue extrañado en la noche del martes pasado, cuando por primera vez después del ballottage que le dio el triunfo a Mauricio Macri, éste fue recibido en la quinta presidencial por Cristina Fernández de Kirchner.Alfonsín había convocado a su sucesor para proponerle el adelanto de la transmisión del mando. Dado que la entrega del poder se anticipó del 10 de diciembre al 8 de julio de 1989 y que el justicialismo no iba a contar por cinco meses con las mayorías parlamentarias resultantes de las elecciones celebradas en mayo, los presidentes del PJ y la UCR y las autoridades legislativas de ambas fuerzas políticas se comprometieron a la sanción sin demora de todo proyecto de ley sobre temas económicos y sociales que Menem remitiera al Congreso y contara con el respaldo de los bloques oficialistas hasta que se produjera, en diciembre, la renovación parcial de las cámaras parlamentarias. Tales compromisos fueron cumplidos estrictamente y constituyeron una manifestación ejemplar de respeto por la palabra empeñada, así como una señal de madurez política y cívica digna de ser tenida en cuenta en estos días.La mezquindad exhibida por la actual jefa del Estado en su fugaz encuentro con Macri, del que ni siquiera quedó un registro fotográfico, y su actitud reticente a colaborar en la transición fueron cediendo a medida que quedaron en evidencia ante la opinión pública y comenzó a advertirse cierto aislamiento de la Presidenta hasta dentro de su propio gabinete.No pocos fantasmas comenzaron a sobrevolar la memoria de los argentinos. Desde una recordada frase de Máximo Kirchner -"entregaremos el gobierno, pero no el poder"- hasta la extendida creencia de que el que gana gobierna y el que pierde ayuda, a excepción del peronismo, que cuando pierde no ayuda sino que conspira.Los temores sobre la actitud obstruccionista del kirchnerismo frente al nuevo gobierno se agigantan por tres desafíos que se encarga de plantear la historia política argentina.* El frente Cambiemos es la primera coalición electoral que obtiene la Presidencia sin haber sido liderada por un dirigente del PJ o la UCR desde la década de 1930.* Ningún presidente de signo no peronista ha podido concluir su mandato constitucional desde el nacimiento del peronismo. Esta situación le restó alternancia al sistema político argentino, al tiempo que derivó en el mito de que sólo el peronismo podía gobernar el país. Si fuese exitoso, el gobierno de Macri se convertiría en refundacional.* El reto del nuevo presidente es encarnar un nuevo tipo de liderazgo, alejado tanto de la mera representación de una fracción como del estilo hiperpresidencialista que caracterizó tan marcadamente la era kirchnerista.La nueva fuerza política gobernante contará con apenas 15 senadores sobre un total de 72 y con 91 diputados sobre 357. ¿Podrá un presidente como Macri gobernar sin mayoría en ambas cámaras legislativas? No será sencillo, pero hay que tener presente que en ninguno de los cinco más grandes distritos del país (Buenos Aires, Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza) el oficialismo que responde al Ejecutivo local cuenta con mayoría parlamentaria, y no por eso se han producido grandes crisis de gobernabilidad. El gran riesgo para la gobernabilidad en los próximos meses sólo podría derivar de que Macri crea que se puede gobernar de la misma forma en que el kirchnerismo gobernó en la última década. Algo que resultaría contradictorio con los principios enunciados por él mismo y con el propio nombre de su coalición electoral. Ha llegado la hora de pensar en articular poder antes que en concentrar poder.Macri puede entrever una ventaja: tradicionalmente, el peronismo acude siempre en auxilio del ganador, al tiempo que para un peronista la peor traición es la derrota. Algunos de los síntomas de esa patología ha comenzado a experimentarlos Cristina Kirchner en las últimas horas. Por empezar, su primer candidato para la presidencia de la Auditoría General de la Nación -sitial que corresponderá a la principal fuerza opositora desde el 10 de diciembre-, Aníbal Fernández, fue objetado por gobernadores peronistas convocados a una reunión por Daniel Scioli y duramente cuestionado por el actual presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. Tampoco avanzaron los deseos de la primera mandataria para que el Senado acelerara el proceso de evaluación de los pliegos de sus dos candidatos para la Corte Suprema de Justicia. Y varios diputados justicialistas se resistieron a votar el centenar de proyectos de leyes que la Cámara baja aprobó en la meteórica sesión del jueves pasado. Algunos gobernadores peronistas podrían pasar a ser los mejores aliados de Macri.¿Son las órdenes que imparte Cristina equiparables a los últimos estertores de un león moribundo? No parece prudente sostener todavía esa hipótesis. Pero sí hay consenso dentro de vastos sectores del peronismo en que el liderazgo cristinista ya no será el mismo que hasta ahora.La gobernabilidad en adelante dependerá, en definitiva, de una adecuada comunicación sobre la herencia que recibe Macri, fundamentalmente en materia económica, y del resultado de su gestión.Dos de las primeras medidas que ya evalúa el equipo de Macri son un nuevo blanqueo de capitales y una fuerte baja de la presión del impuesto a las ganancias sobre los salarios -incluiría una modificación en las escalas, aunque no su eliminación-, que apuntaría a moderar las demandas de aumentos salariales en las próximas negociaciones paritarias. El futuro ministro de Trabajo, Jorge Triaca, apuesta a que un proceso de unidad sindical será favorable para la relación Gobierno-gremialismo.La elección de Alfonso Prat-Gay como ministro de Hacienda y Finanzas no sólo despertó entusiasmo en la comunidad financiera, sino también en sectores políticos distantes del núcleo duro macrista, conscientes de que es un heterodoxo con la sensibilidad necesaria para evitar un ajuste salvaje.Sin embargo, el atraso del tipo de cambio, la virtual inexistencia de reservas en el Banco Central, la magnitud de un déficit fiscal que no se veía desde los años 80, la elevada tasa de inflación, el calamitoso estado de las economías regionales, la crisis brasileña y la desaceleración de la economía china, la caída del precio de la soja y las dificultades para conseguir crédito internacional sin antes resolver el conflicto con los holdoutsconfiguran un cóctel explosivo del que buena parte de la población no tiene cabal conciencia.La devaluación del peso en el mercado cambiario oficial ya está descontada. Macri ha sugerido una flotación administrada para que el Banco Central intervenga en función de franjas cambiarias. La duda surge de la imposibilidad de incidir en la baja del precio en el mercado de un bien del cual se carece, a menos que se reciban dólares en préstamo. La batalla por derribar el mito kirchnerista del desendeudamiento podría ser uno de los debates más interesantes, si no fuera por las urgencias que condicionarán al nuevo gobierno.

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