viernes, 22 de enero de 2016

Aplausos en Davos y temas pendientes






22/01/16


Quizás el presidente Mauricio Macri esté levitando ligeramente después del exitoso día en la cumbre de Davos. Cuidado: ese efecto de levitación puede producir cierto mareo, poco aconsejable para un gobernante cuyas decisiones afectan a millones de personas. Pero es un hecho irrefutable que en una misma jornada Macri recibió saludos, felicitaciones y promesas del vicepresidente de los Estados Unidos, de los primeros ministros de Gran Bretaña, Francia e Israel, de los jefes de algunas de las más grandes compañías del planeta, y hasta tuvo su foto con Máxima, la reina argentina de Holanda. 
Hubo gestos que excedieron el marco “formal y amable” con que se desarrollaron las reuniones, según definieron fuentes de la delegación argentina. El más llamativo fue que Joseph Biden, vicepresidente de Obama, le dio a Macri el número de teléfono de su casa. No quiere decir que Macri lo vaya a llamar, o que Biden lo vaya a atender. Fue un claro gesto político.
También dicen en la delegación argentina que resultó notorio el empeño del británico Cameron en avanzar hacia un nuevo tipo de diálogo e intercambio, sin ignorar las profundas diferencias que separan a ambos países por Malvinas.
O el gesto del canciller de Irán, quien cruzó todo un salón para saludar a su colega argentina Susana Malcorra, que viene de ocupar altos cargos en las Naciones Unidas y demostró moverse con solvencia en el ambiente de Davos. 
Entre los interlocutores del presidente argentino hubo personajes de enorme poder como Eric Schmidt, director ejecutivo de Google, que bien puede considerarse la octava economía mundial. Pero a pesar de gobernar un país que está fuera del radar de los grandes jugadores globales –”acá no somos nadie” se sinceró un integrante de la comitiva– no le faltaron lisonjas a Macri. 

A sólo seis semanas de haber asumido, el Presidente completó así el primer paso de su plan de llevar al país de regreso al mundo, según lo que él concibe como el mundo y que es lo que expresa Davos.
Antes de evaluar los eventuales beneficios en posibles inversiones y acuerdos comerciales que pueda sembrar su paso por esa cumbre, hay que señalar que el viaje de Macri supuso una fuerte carga simbólica. 
Se transmitió la idea de un país abierto a relaciones productivas con la porción del mundo a la que pertenece, por su historia, cultura y materialidad concreta. 
Se fijó el propósito de relegar alianzas políticas y económicas –Venezuela, el antiguo régimen de Irán, de algún modo China y Rusia– que fueron enormemente provechosas para los funcionarios involucrados, pero al menos cuestionables en sus bondades para el país. Y se expuso la impronta de un gobierno que es todo lo opuesto que se pueda ser al populismo y promotor de una economía que pretende volver a ser competitiva. 
“La idea de mostrar que Argentina volvía al mundo funcionó hasta ahora” dice desde el frío y la nieve Sergio Massa, a quien Macri sentó a su lado en las principales reuniones políticas de la jornada. El líder del Frente Renovador, que mencionó la “generosidad” en el trato que le dispensó el Gobierno, tuvo además encuentros con empresarios. Se declaró asombrado por “el interés de grandes compañías y fondos de inversión por saber cómo sigue la Argentina y cómo se puede avanzar en concreto”.
Macri invitó a Massa a compartir su mesa el miércoles por la noche. Con ellos se sentó Juliana Awada, la primera dama. Nadie más. Fue una cena más social que política. Pero aún así se mencionaron asuntos pendientes de resolución en el país y en la provincia de Buenos Aires, escenarios en los que Massa hoy es un aliado indispensable y mañana podrá ser un competidor de alto riesgo para Macri y la gobernadora María Eugenia Vidal. 
Los aplausos que el mundo le está ofreciendo en Davos no suprimen el escenario de conflicto múltiple que Macri deberá afrontar a su regreso. Davos contribuye a crear un ambiente más favorable a los objetivos y necesidades del Gobierno, genera mejores condiciones para la economía, pero no es la solución en sí misma. Y acá, por ejemplo, está empezando a levantar temperatura el universo sindical. 
Lo más acuciante es el conflicto con los petroleros privados en Chubut, que tienen 4.500 puestos de trabajo amenazados y amagan con cortar gas y petróleo con un paro general. “Todos tienen que ceder un poco”, dice el Gobierno. El gremio dio cinco días de plazo. La semana próxima habrá negociaciones contra reloj. 
A la vez, empezó la pulseada con la paritaria de los bancarios, donde las posturas están muy distantes. Y en dos semanas se abrirá la discusión salarial con los docentes de la Provincia, prueba testigo que suele marcar el clima gremial del año.
Como trasfondo de todo está la preocupación por el aumento de precios, que determinará el escenario para todas las paritarias y será componente decisivo de la paz social o de su ausencia. Hay indicios preocupantes en alimentos y productos de limpieza, que al salir del sistema de Precios Cuidados sufrieron subas del 10% al 60% en lo que va de este mes. Sin contar que en pocos días más, como anticipó el ministro de Energía, habrá anuncios sobre nuevas escalas en tarifas de luz y gas. Muchos bolsillos van a sufrir.
Son cuestiones de extrema sensibilidad popular, que para ser satisfechas necesitan algo más que la denuncia de los desastres que dejó en el Estado –nacional, provincial o municipal– la gestión kirchnerista. No pueden anestesiarse por mucho tiempo con las buenas formas, las promesas floridas o las modificaciones positivas en las formas de convivencia social, que de todo eso hay y en algunos casos, en abundancia.
Para Macri y sus funcionarios espera un horizonte de espinas al menos hasta mitad de año, y eso si consiguen mantener encaminadas las líneas directrices de la economía. Tienen que acertar con las medidas –hasta ahora lo han hecho razonablemente– y deben definir un plan para atacar las raíces del estancamiento económico, que es todavía una tarea pendiente. A la vez, tejer una red política de contención, donde también están atrasados.
La alianza estratégica con Massa pesa en el Congreso nacional y en la Legislatura bonaerense y es una viga maestra de esa construcción necesaria. Pero nada funcionará del todo si el Gobierno actúa de tal modo que termine teniendo enfrente, en bloque, al peronismo oficial. Esto es, la mayoría en el Senado que comanda Miguel Pichetto, la docena de gobernadores que ya no quieren ser llamados ni kirchneristas ni cristinistas y entre los que está muy activo el tucumano José Manzur, los legisladores y dirigentes que miran al salteño Juan Manuel Urtubey y tratan de armar grupo propio en el bloque de diputados nacionales que conduce La Cámpora.
El gobierno de Macri se siente cómodo generando un escenario de antagonismo absoluto con Cristina y sus batallones. Es buen negocio político a corto plazo, pero hacer política para gobernar es otra cosa.
El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, corre de punta a punta para atajar a los gobernadores peronistas. Esta semana llegó a recibir en la Casa Rosada a tres en un mismo día. No todas las reuniones son públicas: también tuvo una cena privada con el cordobés Juan Schiaretti, que nunca fue kirchnerista como los demás. El martes se haría en Córdoba la primera reunión de Gabinete nacional fuera de la Capital. Macri sacó en esa provincia el 71,5% de los votos en el balotaje. Pero casi ninguna de las promesas que les había hecho a los cordobeses en la campaña estaba encaminada. Ese incendio corrió a apagar Frigerio.
Los gobernadores peronistas le piden juego al Gobierno. Dicen que si insisten en darles aire a Cristina y a La Cámpora, ellos no tendrán más remedio que reclamar atención por medios más sonoros. 
De estas cosas, y de la reorganización del peronismo sin el tutelaje de Cristina piensan hablar esos mandatarios provinciales mañana en San Juan invitados por el ex gobernador y ahora diputado José Luis Gioja. Allí estarían Manzur, dicen que también Urtubey, el entrerriano Gustavo Bordet, el sanjuanino Sergio Uñac, el riojano Sergio Casas, el interminable formoseño Gildo Insfrán, la catamarqueña Lucía Corpacci, quizás la fueguina Rosana Bertone si logra acomodar su agenda, y el chaqueño Domingo Peppo. Están tentando al chubutense Mario Das Neves y al pampeano Carlos Verna, ajenos al sistema kirchnerista.
La excusa que los convoca es la decisión de Macri de casi triplicarle los fondos de coparticipación a la Capital para solventar el traspaso de la Policía. Suman eso al fallo de la Corte Suprema que reconoció deudas y reclamos por esos fondos a Santa Fe, Córdoba y San Luis; y a las ayudas tan generosas que la Casa Rosada le está dando a Vidal para afrontar el descalabro presupuestario con que recibió la Provincia.
“Está bien que repartan plata, pero entonces que repartan para todos”, explica con picardía uno de los promotores de la reunión en San Juan.
Al final, a eso se remite casi todo. En Davos o en la Argentina profunda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario